Expreso 27

Empecé a escribir en el Expreso Imaginario en el número 4 (noviembre 1976). Mi primera nota fue sobre Philip K. Dick, de quien todavía era posible escribir en presente. Dos años después, en el número 27 (octubre 1978), salió por primera vez el Correo de Imaginaria, una página con breves textos de ficción que tendría 17 entregas en total, hasta el Expreso 48 (julio 1980). (De Correo de Imaginaria vendría, por supuesto, el nombre Imaginaria para la revista online que hice con Roberto Sotelo entre 1999 y 2014.)

Tengo digitalizados los textos del Correo de Imaginaria, pero ahora prefiero ponerlos como aparecieron en la revista. La foto se puede agrandar (click!) y es legible. Igual, abajo va el texto digitalizado.

1 Expreso27

1 Expreso 27 tapa
Dibujo de la tapa: Patrick Woodroffe

Incendios

En caso de incendio, el imaginariano pone una boletería y cobra entrada.
Se juntan muchísimos imaginarianos en un incendio. Llevan ropa de colores, instrumentos musicales, y bailan y cantan y cuentan cuentos alrededor del fuego. Así se divierten. Al mismo tiempo, los bomberos evitan que el fuego pase a otras casas, o queme el jardín, pero no lo apagan hasta que la fiesta termina.
Lo recaudado le alcanza al dueño del incendio para comprarse otra casa.
La forma del mundo

Una vez un imaginariano subió a la montaña más alta con un par de largavistas. Después de bajar dijo:
–El mundo es plano.
A todo aquel que discutiera lo invitaba a subir con él a la montaña y verlo con sus propios ojos. Pero como la montaña era de verdad muy alta nadie quería subir, y terminaban dándole la razón.
Con los años, la idea de que el mundo era plano se fue extendiendo. Un día empezaron a ponerla en libros, y a enseñarla en las escuelas.
Viendo esto, el imaginariano que había subido a la montaña, mucho más viejo y más sabio, empezó a decir:
–Fue una broma. No quería que se lo tomaran en serio.
Pero nadie lo escuchó, tal vez porque se había quedado casi sin voz, o porque a todos les parecía demasiado viejo para pensar con lucidez, o porque el presupuesto no alcanzaba para cambiar los planes de educación, o porque no querían escucharlo.
El tiempo pasó, y no se habló más del asunto.
No sabemos si el imaginariano mintió la primera vez o la segunda, o ambas, o ninguna de las dos. Cuando, varios siglos más tarde, alguien se atrevió a subir a la montaña y vio la verdad, no dijo nada.

La torre de hacer ruido

En Imaginaria hay una torre que se llama La Torre de Hacer Ruido. A ciertas horas del día los imaginarianos pueden subirse a la torre y hacer todo el ruido que se les ocurra.
Para eso la torre cuenta con muy buen equipo: bocinas, motores, platillos, máquinas enormes que no hacen nada más que un ruido descomunal. Allí los imaginarianos tienen planchas de acero, martillos, tambores, yunques, trompetas, máquinas estampadoras, sala de gritar, sirenas y pulidoras. También pueden llevar su propio equipo, si lo tienen, o sugerir nuevas ideas para hacer ruido en un libro que hay en la planta baja.
Sin embargo, no hay ninguna ciencia que estudie el ruido ni cómo mejorarlo. Por lo general, los imaginarianos están bastante conformes con el ruido que ya consiguen hacer, y no quieren saber nada con progresos técnicos o científicos que sólo servirían para aumentar sus necesidades.
Por supuesto, la torre es tan alta que desde la ciudad no se oye nada. Y nadie hace preguntas cuando un imaginariano entra con un paquete a la espalda, toma el ascensor y sube más allá de las nubes.
En todo lo demás, los imaginarianos son gente muy tranquila.

Author: Eduardo Abel Gimenez

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