[22/3/2002]
—La luna es una de las cosas naturales que podemos ver desde la ciudad —dice la cantante, de pie tras el teclado, en la esquina de Florida y Diagonal Norte, frente a la puerta del BankBoston—. Miramos hacia arriba y ahí está, recordándonos que tenemos sangre en la venas —alza el brazo izquierdo, recorre el antebrazo con la mano derecha—, y no luz dicroica.
La puerta del banco está cerrada. Delante del grupo de rock hay una mesita donde la gente firma planillas, junto a la tapa de Clarín de hoy (“El Gobierno busca reforzar el corralito”). Alguien me da un volante: no es de los músicos, sino de “Nosotros, ahorristas y ciudadanos de esta nación”. Cuando el grupo empieza una zamba eléctrica, otro hombre levanta el megáfono: “Estamos juntando firmas contra la confiscación de nuestros ahorros…”
A unos metros, por Florida, diez policías en fila india miran con desconfianza. Por Diagonal Norte va una manifestación: estoy en la cola de ese cometa, mirando la espalda de una especie de muñeco inflado que no sé qué es; desde acá parece el fantasma de Ghostbusters.
—A los que salieron a almorzar, buen provecho —dijo la cantante hace un minuto.
Hasta hoy no había visto las chapas que cierran los bancos, abolladas por golpes de cacerola y martillo. A través de las puertitas que quedan abiertas se ve algo que pasa por civilización, y que ahora espiamos desde afuera, desde las cavernas. Y en medio de esos rincones de luz dicroica las letras rojas sobre fondo negro: VENTA 2,70 – COMPRA 2,55.
Es la una de la tarde. Hace calor, sobre todo del lado abierto del megáfono, que refleja la luz distorsionada por los flecos de nube que hay entre el sol y nosotros. Dos cuadras más temprano, por Perón-Cangallo, me subí a la vereda para dejar pasar un viejo Falcon verde con dos policías adentro. No es la máquina del tiempo, y no lo estoy inventando.
La zamba eléctrica se hunde, derrotada, en las escaleras del subte. Siempre hacia abajo.
Este fue mi primer intento “literario” de contar lo que pasaba durante aquellos meses de 2002. Digo “literario” porque se diferencia de los posts sobre el dólar y temas afines con que había empezado el blog. Después vinieron otros como este.
El título se lo puse ahora. En aquel entonces, mis posts no tenían título. En general vengo usando el comienzo de cada post, o algo descriptivo. Esta vez me tentó esa frase final.