[18/4/2002]
Me acuerdo de esos relatos de ciencia ficción que leía de chico, donde, por ejemplo, la humanidad decidía finalmente irse a vivir a esas bonitas estaciones espaciales y dejar la Tierra como parque natural para las generaciones futuras.
“La humanidad” venía a ser algo así como yo, mi familia, mis amigos, y tal vez algunos vecinos molestos. Ah, y aquellos tipos raros, en el rincón del fondo, los que hablaban en otro idioma. Que de todos modos siempre estaban de acuerdo con nosotros.
Así todo era tan fácil, y yo lo creía.
A veces, la humanidad decidía emigrar a las estrellas en grandes naves-arca, y en la Tierra solo quedaban unos revoltosos desconformes que de todos modos acababan matándose entre ellos. O si no, la humanidad se autodestruía en una guerra atómica, y solo quedaban los pocos que se habían ido en las naves-arca. O si no, la humandiad decidía abandonar el culto a lo material y urbano para dedicarse a una vida espiritual y bucólica, aunque siempre quedaba una semilla de maldad que más tarde…