[8/5/2002]
La cantidad de visitas a esta página está creciendo bastante. El servidor me dice 585 en lo que va de mayo (siete días, diez horas, quince minutos). La cosa me halaga y me asusta a la vez. Bueno, me aterra. Es un hecho fuerte en mi vida: estar escribiendo de nuevo, luego de algunos años de teclas caídas, y hacerlo con este grado de exposición. Publicación inmediata, lectores instantáneos. Y, a veces, comentarios en el día.
Esta semana hablé del mismo tema con tres amigos: el weblog es el mejor formato que puedo encontrar. Gracias al weblog tengo un compromiso conmigo mismo de escribir algo cada día, o casi. Y esto de la publicación inmediata, el lector instantáneo, me obliga a pensarlo bien. No es como antes, cuando escribía para un cajón de escritorio: “lo puedo corregir después, terminar más adelante, olvidar para siempre”. Es decir, sigo escribiendo lo que quiero, pero luego, antes de apretar el botón maldito, viene el mejor de los filtros: ¿es realmente lo que quiero decir, y es realmente lo que quiero que se lea de mí? Además, ese filtro se va ajustando, se va haciendo más preciso, y a la vez más laxo: por eso creo que mi weblog cambia tanto de un mes a otro, de una semana a otra.
También está el miedo a que este sea el último día.
No fue el último día. Seguí profundizando en el “estilo blog” de escritura, eso de publicación inmediata. Fue algo central en mi vida durante mucho tiempo. Y luego, medio imprevistamente, volví a pensar en términos de libros. Desde hace un par de años, otra vez escribo libros.