[13/6/2002]
El momento de parálisis de ese gato, mientras trata de descubrir si recibirá comida o un palazo en la cabeza.
Cuatro baldosas nuevas, de color gris amarillento, superpuestas a un grupo de baldosas viejas, de color gris verdoso, superpuestas a una vereda de baldosas más viejas, de color amarillo grisáceo.
El 113 que viene por Juramento y dobla en Crámer, empujando las leyes de la física para alcanzar la parada que está justo después.
El gorro negro del portero de la escuela, mientras mi hijo entra y sube la escalera.
Los conos anaranjados que impiden estacionar frente al Banco Río.
Las bufandas hasta la nariz de los vendedores de diarios de las esquinas, mientras ofrecen su mercancía en una calle o en la otra al ritmo de los semáforos.
Los carteles que todavía ofrecen departamentos en venta.
El hombre que maneja la barrera de Echeverría y Freire, allá subido en su cabina, de incógnito.
La plaza con un tacho de basura por cada banco, y una bolsa de plástico blanca en cada tacho.
Las evidencias indirectas de un sol que va saliendo de a poco.
El pelo que se agita, arriba, abajo, arriba, abajo, de esa mujer que camina apurada dentro de su tapado negro.
El taxi libre y lento que se arrastra frente a cada peatón como un animal mimoso.
La primera sombra del día, imprevista, a mis propios pies.