[7/8/2002]
El discado por tonos significó un gran ahorro de tiempo con respecto al discado por pulsos. Ti ti ti tí, tu tu tu tú, y ya suena el telefóno del otro lado.
Tanta eficiencia debía ser compensada de alguna manera, y por eso aparecieron esas máquinas contestadoras que empiezan con algún moco de Muzak, presentan una voz empalagosa que ofrece varias opciones inútiles y prometen la rápida atención de una operadora, para dedicarse un rato más a hundirnos el oído en el pantano pestilente de esa música mientras alguien, en alguna parte, se ríe de la broma que nos están gastando, y luego vomitan más voz de Sucaryl para aclarar que “todos nuestros operadores están ocupados; aguarde un instante por favor; si desea dejar un mensaje, presione la tecla numeral” o algo así, y tentarnos con “para volver al menú principal presione 1”, con lo que la impaciencia nos arrastra a oír por segunda vez las opciones generadas con el mismo criterio que la clasificación de los gatos en la China de los emperadores, elegir cualquier cosa y acabar un rato más tarde cortando con un golpe seco, para tener la oportunidad de volver a disfrutar, una vez más, del velocísimo discado por tonos con que todo había empezado.