Imaginemos una persona acostada sobre una superficie de vidrio lisa, sin nada de donde agarrarse, y que esa superficie, al principio horizontal, se inclina lentamente. ¿A cuántos grados empieza la persona a resbalar? ¿Qué inclinación es necesaria para que la persona caiga? ¿Y si el vidrio está mojado? ¿Si está frío? ¿O caliente? ¿Si la persona se quita los zapatos, si se quita las medias? ¿Y si está desnuda, o abrigada para la Antártida, o si tiene guantes? ¿Y si es un hombre viejo, o un niño, o una mujer embarazada? ¿Si es alguien que no tiene nada que perder en la vida? ¿Si es alguien que todo lo espera del futuro? ¿Si es alguien que duerme, o dormita, o está bajo los efectos de un sedante? ¿Si es un deportista sudoroso, o si sólo le sudan las palmas de las manos? ¿Si tiene todos los dientes, o ninguno? ¿Y si por debajo del vidrio sólo hay un precipicio de quinientos metros?
Demasiadas variables para dar una respuesta definitiva, Doctor. Usted mismo se hace demasiadas preguntas 😛
Saludos 🙂
Es verdad, con tantas variables solo puede contestarse una respuesta muy general: cuando la superficie de vidrio llegue a los 90° de inclinación, con seguridad la persona ya se habrá resbalado.
(¡resbalar, que manera tan concheta de referirse al verbo resfalar!)
¡Cuánta incomprensión! No estoy esperando una respuesta, sino muchas. Una respuesta para cada caso enumerado, a eso me refería. Luego me empezaré a ocupar de las distintas combinaciones de casos.
(Renzo: por favor, “resfalar” es demasiado coloquial para un weblog serio como este.)
Sonará muy “cholulo” pero sólo se me ocurre pensar en Leonaro Di Caprio en el momento en que se inclinaba el Titanic… precioso (Di Caprio, no el Titanic)
Poco científico lo tuyo, Andrea.
Según estudios recientes a los 35 grados comienza a transpirar, a los 40 se descompone (lease se pone verde, luego blanco, para volvera repetir la secuncia mientras dura la descompostura). A los 50 grita desaforadamente y a los 70, ya en silencio y de un color rojizo, comienza a perder líquidos. A los 100 hierve y comienza a evaporarse.
Jamás se resbala.
Entonces, Gonzalo, la pregunta cambia: ¿a cuántos grados adopta la forma del recipiente en que se encuentra?