Mes: agosto 2003

¿Cómo sigue la secuencia?

¿Cómo sigue la secuencia?

III, VII, XII, XVI, XXI, XXV, …

(La gracia está en que tengo una única solución a la que se llega con dos criterios muy diferentes. Se puede agregar un solo miembro más a la secuencia manteniendo ambos criterios, y luego divergen.)

Lo más difícil fue conseguir el primero

Lo más difícil fue conseguir el primero. La gente pasaba de largo, pensando en otras cosas, mirando vidrieras o mirando a otras personas, porque no hay nada que les guste tanto como mirarse a sí mismos en los demás. Hasta que alguien, un hombre joven de saco y corbata, se dejó atraer por la luz plateada que salía del pozo y se detuvo junto a la valla protectora, estirando el cuello y alzando las cejas para ver mejor.

En segundo lugar cayó un hombre mayor, que venía caminando lentamente y vio la oportunidad de descansar un poco. Se paró junto al primero, lo miró a los ojos en busca de una explicación que no llegó, y luego se inclinó también hacia el pozo, que ahora mostraba una luz verdosa.

El pozo era igual a esas bocas redondas que suele haber en las calles, esas entradas a cloacas y otros mundos subterráneos. Lo habíamos rodeado con una valla de metal, porque no queríamos que nadie se cayera: podía estropear el acto. Desde un segundo piso al otro lado de la calle, medio oculto tras una cortina opaca, yo podía verlo todo con precisión y medir los tiempos de cada paso.

Una mujer delgada y bien vestida, que traía varias bolsas de plástico de las que dan en los shoppings, fue la tercera. Se acercó al hombre joven, le preguntó algo, y luego se asomó ella también al pozo. De la fuente de luz, ahora rojiza, subía una especie de antena con pelos, como una pata de araña amplificada, que asomó cosa de medio metro, se curvó en dirección contraria a los curiosos y se quedó quieta.

Para entonces era lógico que los curiosos aumentaran rápidamente en número. A la luz ahora amarilla, frente a la segunda pata de araña que ya estaba apareciendo, un chico de colegio secundario y un cartonero se pusieron codo con codo dándome la espalda. Los siguieron dos mujeres mayores, que venían juntas, y una nena que traía un perrito. Las patas de araña se trenzaron en una pelea, mientras la luz se hacía más intensa. Vinieron una mujer joven, otro hombre mayor, una pareja que se abrazaba, un empleado de McDonalds, alguien en bicicleta que tuvo que quedarse un poco más lejos.

Junto a las patas de araña surgió un globo rojo con luz propia, que palpitaba como un corazón, en la cima de una vara dorada. El globo se alzó hasta la altura de los ojos de los curiosos.

Ahí empezó el ruido, o la música, como lo quieran llamar. Ni una cosa ni la otra, en realidad. Algo que impulsó a la gente a mirar hacia abajo, y que atrajo una segunda ronda de curiosos, que trataban de abrirse paso entre los hombros de los primeros.

Era mediodía, por eso había tanta gente en la calle. Los que iban a comer, los que venían a comer, los que buscaban comida tropezaban unos con otros, y todos tropezaban con esa pequeña multitud que rodeaba el pozo y trataban de unirse a ella como hace cualquiera cuando encuentra algo novedoso.

El globo rojo subió otros dos metros, de manera que todos pudieran verlo, y empezó a expandirse. El ruido, la música, subió de volumen: rugidos con mucho eco, tambores lentos, lluvia. La gente que se quedaba a ver llenó la calle de lado a lado.

Alcé la vista hacia una ventana del edificio que estaba frente al mío, también en el segundo piso. Allí había una persona, que hizo una señal con la cabeza, a la que respondí con otra señal.

Entonces volví a mirar mi control remoto, alejé los pulgares de los botones verdes que había estado pulsando hasta ese momento, y mientras sostenía el aparato en la mano izquierda usé el índice de la derecha para apretar, con fuerza, con rabia, por fin tras tantos preparativos, el botón rojo.

Esperan algo

Esperan algo, camuflados en la oscuridad, casi invisibles, como hacemos todos.

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Tal vez queden tres segundos

Tal vez queden tres segundos, pero todavía no lo sé. Está nublado. El portero dijo que va a llover. Sin embargo, hace un rato vi un retazo de azul hacia el sur. Puede ser que venga algo de viento y barra las nubes y el calor. Camino junto a la pared, esquivando las baldosas flojas. Unos metros más adelante, dos policías aburridos charlan. La pared es gris, rugosa. Está cubierta de inscripciones, firmas, nombres, un ecosistema de aerosoles que lucha por un fragmento de superficie. Un poco por encima de mi cabeza está la primera hilera de ventanas, todas opacas, altas, vacías. La vereda es angosta. No hay árboles.

Dos segundos. Una chica en uniforme de colegio viene en dirección contraria. Camina rápido, imitando los movimientos de FTV. Los policías vuelven la mirada hacia ella, sin interrumpir la frase que están diciendo. Se oye el ruido del motor, fuerte, agresivo, pero todavía no nos damos cuenta. Llevo las manos en los bolsillos. La derecha rodea la cámara, la izquierda el celular. La campera está pesada, con tanta electrónica en su interior, y eso sin contar los documentos, las llaves, los papeles inútiles.

Un segundo. Ahora es cuando empezamos a sospechar. El motor se impone sobre todo lo demás, acompañado por un aullido de neumáticos. La chica de uniforme mira hacia su derecha, yo miro hacia mi izquierda, los policías se callan. La pared no hace nada. Sigue nublado, la lentitud de los cielos no llega a resultados con la rapidez de los humanos. Alguien grita, fuera de este reducido grupo de personajes en los que he venido pensando. Cada corazón late una vez más.

Cero segundos. El ruido no ha tenido tiempo de llegar cuando la luz nos atraviesa.

Río de la Plata

Río de la Plata

Foto por Eduardo Abel Gimenez

En un universo en expansión

En un universo en expansión, donde la materia se distribuye en un volumen de espacio cada vez mayor, es lógico que mis bolsillos estén cada vez más vacíos.

Autorretrato

Autorretrato

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Danza

Foto por Eduardo Abel Gimenez

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Ayer fue (día de la semana):

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Veces que le sangró la nariz:
Nunca 1-10 11-100 Más de 100

¿Qué es lo primero que pensó al despertarse en mitad de
la noche?:

Si es antes de las ocho de la mañana y es domingo, ¿por qué se levantó tan temprano? O ¿por qué no se acostó todavía?:

¿Trajo goma de borrar?
Sí No

¿Cuántos gatos caben en una bolsa?:

¿Está nublado?
Sí No Ns/Nc

Espacio reservado a la administración. Por favor, dejar en blanco:

¿Por qué le gusta más el verde que el azul?

Día y hora:

Fecha:

¿Cómo se enteró de nuestra existencia?

¿Cómo se enteró de su propia existencia?

¿Cuántas bolsas caben en un gato?:

¿De cuántas maneras se puede plegar un papel con dos ojos pintados para que los ojos queden mirándose mutuamente?

Fecha de nacimiento:

Fecha de defunción:

¿Por qué le gusta más el otoño que la primavera?

¿Qué significa "propedéutica"?

¿De cuántas maneras se puede plegar un papel con dos ojos pintados para que los ojos queden mirando en direcciones opuestas?

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¿Cuántos caracteres lleva escritos hasta ahora?:

Diga aquí sus últimas palabras:

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Todos sabemos cuál es su error

Todos sabemos cuál es su error, pero nadie se atreve a decírselo. Tenemos pruebas, documentos. Sabemos que acabaría con sus desgracias si lo supiera. Pero nos da vergüenza ajena. Tememos el momento en que lo sepa y el color se le suba a las mejillas y quiera meterse la cara entre las manos y no se atreva a mirarnos otra vez a los ojos. Por ese temor que nos abruma le arruinamos la vida para siempre.