Servicio especial
(Calle Mendoza entre Vidal y Moldes, Buenos Aires.)
Servicio especial
(Calle Mendoza entre Vidal y Moldes, Buenos Aires.)
Ése que es omnipotente, ubicuo, ése que todo lo sabe, ése que gobierna los destinos del navegante y las aventuras del explorador, no puede dejar de tener su propia sección en la Mágica Web. Aquí está: Googlelandia.
Mujeres en el subte
Uñas largas, pintadas de marrón oscuro. Lee Vida de una geisha.
Uñas cortas, mordidas, en dedos nudosos. Lee Convenio bilateral.
Uñas redondas y rosadas. Se las pasa por el labio inferior, una y otra vez, ida y vuelta, ida y vuelta. No lee nada.
Ante la computadora y el micrófono, relajado y feliz, cantaba con voz potente y afinada una canción recién compuesta que ya quisiera recordar ahora que estoy despierto.
Armé una nueva sección en la Mágica Web, otro subconjunto de entradas para ir domesticando de a poco la montaña inmensa que ya no se puede escalar de una sola vez. Mirando gente.
Son, por ahora, veintiséis posts dedicados precisamente a eso, a mirar gente. Casi todos los recientes son fotos, casi todos los anteriores son textos.
Tengo otras secciones en preparación. Pronto habrá que poner la lista en la columna de links. Por ahora, quiero recordar que existen otras dos: Gabriel y La patente del día.
Está en medio de la gente, en plaza Francia, el sábado a la tarde. Como todos, escucha al músico de la guitarra, el micrófono, el amplificador y los parlantes que termina de cantar “Muchacha (ojos de papel)”. El músico, mientras prepara la siguiente canción, se pone a bromear:
-Pobre flaco -dice-, escribió la canción a los catorce años y no sabía cómo era una mina.
Plink, plonk, hace la guitarra. El músico se ríe y sigue:
-“Ojos de papel”, “corazón de tiza”, “pechos de miel”, “voz de gorrión”. ¡Una verdadera cagada! Catorce años debía tener el flaco, y ni idea de cómo era una mina.
Casi nadie se ríe, y menos la chica de la foto, que está guardando algún secreto.
Kim me ha hecho el honor de dedicarme un cuento en blueonions.
(“Lo mismo dijeron de los ornitorrincos.” Qué buena frase en mitad del cuento.)
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