Loriander Padla atravesó la habitación con tres pasos largos y abrió la ventana para que entraran los cuervos. El ruido de las alas fue un concierto de música étnica. El movimiento, un mar de cenizas levantado por el viento. Ojos, picos, garras: todo afilado.
El espejo giratorio se dio vuelta para enfrentar el espejo de la pared. La mirada de ambos se cruzó y así construyeron un pasillo infinito en el que los cuervos se metieron a buscar su propio reino.
Durante las horas siguientes, las luces se encendieron poco a poco. Alguien se asomó al borde del abismo y volvió para explicarlo a los demás. La nube roja avanzó con más rapidez que las otras, mientras el sol se quedaba en la cima de las torres. Nunca más volvió el invierno.
Acabo de leer todos los posts que escribiste el domingo. Quiero la novela que se inicia con éste.
Los otros posts son parte de la novela que se inicia con éste. 😉