El libro cerrado está sobre la cama. No vale la pena contar las luces porque hay una sola. Pero las sombras, ah, las sombras.
El ruido del cañón distante hace vibrar la tapa. O tal vez no sea culpa del papel sino de la mano que se apoya y tiembla. Detrás hay un haz de músculos tensos.
—Te veo el martes —dice la voz que se va.
Sí, pero ¿cuánto falta? Todo sería más fácil si supieras qué día es hoy.