F 21-25

Su gato ha vuelto a dormir bajo el escritorio, como si las cosas estuvieran más tranquilas.

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La navaja seguía avanzando, y a la vez parecía detenida en un instante que no terminaba de transcurrir, a medio camino de la sangre que esperaba turno para entrar a escena.

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Les gritaba cosas y los cocodrilos se apartaban.

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La secretaria del juzgado parece tener las pestañas cada vez más largas, las piernas más esbeltas, y la vida más aburrida.

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Tendrían que esquivar a los guardianes, provistos de órdenes indescifrables y armas arbitrarias.

Author: Eduardo Abel Gimenez

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