Tengo una relación pésima con la palabra peyorativo.
Se me mezcla con epopeya.
Me pasa que quiero decir que algo es peyorativo, y la palabra no me sale, y lucho pero no hay caso, me viene a la cabeza la palabra epopeya, que se le parece tanto en la rareza, y la cosa no cierra. Epopeya es un tapón, un corcho que me impide ver más allá, y tengo que renunciar a la frase, a veces a la conversación entera.
—Lo dijo en sentido epopeya.
—¡Pero eso es muy epopeya!
Ya sé que no es culpa de peyorativo, sino de mi cerebro. Pero que nadie diga que se trata de una palabra amable con las personas.
(P.D.: ¿Popeya es la epopeya de Popeye? ¿O este es un comentario popeyorativo?)
Epopeya, peyorativo, ¿no merecen estar en la categoría de onomatopeyas?
¡Noooo! ¡Ahora sí que me hice un nudo!
Me encantó, ja ja! Me pasan a menudo cosas así. Las palabras tienen muchos flancos invisibles.