A la mañana, la máscara baja. La cara, tan blanca, gana calma. Más atrás, la gata araña la manta hasta rasgarla. La farsa tan narrada jamás acaba. ¿Bastan las palabras? Nada, nada basta para apagar las llamas.
A la mañana, la máscara baja. La cara, tan blanca, gana calma. Más atrás, la gata araña la manta hasta rasgarla. La farsa tan narrada jamás acaba. ¿Bastan las palabras? Nada, nada basta para apagar las llamas.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
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