Si busco en Google mi fecha de nacimiento, con la forma dd/mm/aaaa, lo primero que aparece es el resultado de las divisiones consecutivas: 0.00145001706. Pero después, sin mayor sorpresa, hay 74.200 resultados. Podría pasarme el resto de la vida descubriendo qué tiene la Web para decir sobre el día en que nací.
Si busco mi número de documento, con la forma xxxxxxxx (ocho dígitos), hay 2.780 resultados. Tres de ellos se asocian con mi apellido. Dos tienen que ver con el CUIT. El tercero lleva a un inmenso listado de proveedores del estado chileno. (Si busco el número xx.xxx.xxx hay solo cinco resultados. Pero el número xx,xxx,xxx, con comas, da todos los resultados iniciales. Google sabe eliminar las comas suponiendo que separan millares de millones, millones de miles de millones, y así, pero no los puntos con el mismo criterio.)
Si busco mi dirección, con la forma “Nombredecalle xxxx” (cuatro dígitos, comilas incluidas), los resultados son 1.270. Como vivo en un edificio con alrededor de cien departamentos, me imagino que aparecerán montones de avisos clasificados y cosas así. Pero no: muchos de los resutlados corresponden a una sola persona, que vive en otro departamento de este mismo edificio, y que aparece en infinidad de listados del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (Así, Con Mayúsculas), entre otras cosas como administrador de consorcios.
No es mucho consuelo, ya sé. Pero qué difícil debería resultar sentirse solo desde que existe Internet.
la web ha cambiado de sentido a frases como “ser amigo” o “¿en que estás pensando?”; no es de extrañarse que cambie el sentido de la palabra “estar solo” y su reverso.
un abrazo