Mes: enero 2011

Encuestas

El mundo ya no es como lo conocíamos. Así lo demuestran algunas encuestas recientes, cuyos resultados son, por lo menos, inesperados.

La consultora Ring-o-mancer, en su periódica encuesta telefónica, entrevistó a 37.600 personas de todas las edades, niveles educacionales y económicos, repartidas entre las 24 provincias del país. De los varios resultados que ofrece la empresa, destaca el hecho de que el 98,5% de los encuestados tiene teléfono. (El 1,5% restante no sabe/no contesta.) Por otro lado, el 95,8% estaba en su domicilio al momento de recibir la llamada (4,2% no sabe/no contesta).

Aún más amplia y abarcadora fue la encuesta realizada por CTVTodo. En diversos programas de televisión, repartidos entre todos los canales de aire de Buenos Aires, se emitió una convocatoria a que los televidentes respondieran dos preguntas, mediante mensajes de texto enviados a cierto número. Se obtuvieron 35.781 respuestas a la primera pregunta, y 33.932 a la segunda. El detalle:

  • Primera pregunta: ¿Tiene televisor? Afirmativo: 99,4%. No sabe: 0,5%.
  • Segunda pregunta: ¿Tiene celular? Afirmativo: 99,9%. No sabe: 0,1%.

(Por razones obvias, la opción “no contesta” no se tomó en cuenta.)

Lo que se desprende de ambas encuestas, sorprendiendo a la mayoría de los expertos en comunicaciones, es que ya bien entrado el siglo XXI la televisión supera al teléfono entre los medios de comunicación (99,4% a 98,5%), pero el celular (comparativamente un recién llegado) supera a la televisión con el 99,9%. Esto era impensable durante la mayor parte del siglo XX.

Por último, la consultora Y Pensar Que Fue Un Árbol intentó realizar una encuesta desde los diarios impresos. Lamentablemente, la cantidad de respuestas (por correo tradicional) no fue suficiente para que se consideraran representativas de la población en su conjunto.

(Consideramos poco serio el aporte del blog PickAPix/BitAByte, que sostiene sin fundamento científico que todos sus lectores usan Internet.)

Tranquillo

La expresión “coger el tranquillo”, que desde chico encontré en tantísimos libros, fue una de esas que debí interpretar como podía mientras avanzaba en la lectura. Las traducciones que solía leer, hechas mayormente en España, funcionaban como un segundo idioma, que tenía que aprender solo. Como es lógico, no todo lo interpreté bien, ni todo me resultaba comprensible.

Pero “coger el tranquillo” fue una cosa especial. Esa palabra, “tranquillo”, me dejaba en blanco. No me acuerdo cuándo fue que la entendí como derivada de “tranquilo”, tal vez en español antiguo, tal vez salida del latín, o quién sabe qué. Pero sé que era chico, podía tener diez años. “Coger el tranquillo”, entonces, era algo así como “hacer algo con tranquilidad”, o simplemente “calmarse”. Con el tiempo ajusté la interpretación y entendí por fin que se trataba de “agarrarle el ritmo” a algo. El ritmo tranquilo, claro. El ritmo no acelerado. O algo así.

Ya sé que suena ridículo, pero es verdad. Y lo más ridículo todavía (e igualmente verdadero) es que esto me duró hasta hace poco, un par de años. Un par de años atrás, leyendo alguna otra cosa, me encontré con la palabra “tranquillo” como diminutivo de “tranco” (cosa que jamás en mi vida se me hubiera ocurrido, para empezar porque “tranco” no es palabra usual en mi idioma diario, y después porque su diminutivo, obviamente, es “tranquito”). Tranquillo = tranco cortito.

Sobrevino la iluminación. “Coger el tranquillo” era “acompasarse al tranquito”. Es decir, “agarrar el ritmo”, como ya sabía, pero derivado de “tranco”, y no de “tranquilo”.

Aún sabiendo que esta era la interpretación correcta, me llevó tiempo adoptarla de corazón. Todavía hoy, si encuentro a alguien “cogiendo el tranquillo”, mi vocecita interior se imagina la palabra “tranquillo” pronunciada como “tranquilo” pero con una l larga, tipo italiana.

Petisas

Hollywood comete muchas imbecilidades a los ojos de los mortales, especialmente para los que vivimos fuera de ese espacio moralmente tan extraño que se llama Estados Unidos.

Mi favorita es la de retratar a las hijas adolescentes como petisas.

Me imagino que el fenómeno viene de tiempo atrás, y que habrá muchos ejemplos. El primero que encontré fue en la temporada inicial de la serie 24. Está Jack Bauer, un tipo de estatura normal. Está su esposa, una actriz más bien alta (como suele contratar Hollywood cuando se trata de mujeres de cerca de 40 años). Y de pronto está la hija de ambos, supuestamente de 16 años, una petisa a quien la madre le lleva algo así como una cabeza.

Ok, entiendo que quieran que se vea que es menor, que es chiquita, que es la hija. Que nadie, con la cámara a una cuadra, se la confunda con otra.

Pero al año siguiente, en los comienzos de la segunda temporada, la hija de Jack Bauer (aunque la madre ya hubiera muerto y no la tuviéramos a mano para compararla) seguía siendo petisa. Y ya no tenía esos supuestos 16 años.

Es más: la actriz que hizo de la hija de Jack Bauer sigue siendo petisa al día de hoy, porque no creció más. Tal vez a causa de que ya no tenía 16 años por ese entonces, debido a que Hollywood no contrata actrices de 16 para hacer de chicas de 16. Como las chicas de 16 pueden ser sexys y eso está mal, entonces ponen a chicas de 18, o de 20, o de 23. (Y las hacen actuar del modo lo más sexy posible sin que los anunciantes, a su pesar, se vean obligados a retirarse.)

No seguí viendo 24. Pero pronto apareció Heroes. La primera temporada nos presenta a la bonita Claire, cheerleader de 16 años. Hija de un hombre alto y de una mujer alta, la pobre Claire también quedaba al menos una cabeza por debajo.

Ahí fue que me di cuenta y que me molestó.

Claire (también representada por una actriz sexy, con curvas, mayor de 18) era petisa porque una chica de 16 no puede ser tan alta como su madre.

¿Dónde vive esta gente, la de Hollywood? ¿Qué toman para el desayuno?

Al año siguiente, otra vez, la buena de Claire seguía petisa, porque la actriz no creció más, ni crecería en los años siguientes (aunque, otra vez, dejé de ver la serie).

Ahora estoy enganchado viendo Modern Family, una comedia que empezó en 2009. Va por la segunda mitad de la segunda temporada. En la serie aparecen tres familias emparentadas, de las que una consiste en padre, madre y tres hijos.

El hijo más chico empezó con unos nueve años, y ahora debe tener diez. El actor, como corresponde, es un chico de unos diez años.

La hija del medio empezó con unos doce años, y ahora debe tener trece. La actriz, como corresponde, es una chica de unos trece años.

La hija mayor…

Bueno, la hija mayor se supone que empezó con 16, pero está representada por una actriz de 20. Sexy y, claro está, petisa. Muy petisa.

Los padres son altos, más que la media. Los hijos menores son normales. La hija mayor no, es una actriz bajita, que eligieron porque daba bien como piba de 16 y porque no tenía 16 y porque era bajita.

Ahora, un año y medio después del primer episodio, es evidente que algo no funciona. La hija mayor sigue siendo petisa, aunque me imagino que pronto cumplirá 18. La serie es exitosa, así que seguramente habrá tercera temporada. ¿Cómo van a explicar que la pobra chica no crece? Seguramente no lo van a explicar, no va a salir un ejecutivo del estudio a decir: “Miren, metimos la pata, como siempre, y lo reconocemos. Ahora les pedimos que nos disculpen y acepten que esta gente tenga una hija petisa porque sí.”

La hija del medio aparece cada vez menos en la serie. Claro: esa actriz, que tiene la edad de su personaje, está creciendo. Mi impresión es que a esta altura mide lo mismo o más que su “hermana mayor”, y que están tratando de ocultarlo.

Hace unos días, en el último programa que vi, aparecieron por primera vez en bastante tiempo los tres hermanos juntos. Fue evidente la serie de trucos que emplearon para que la hija mayor se viera más alta que la del medio. Estas son las escenas que recuerdo:

  • Las dos sentadas en un sofá, frente a la cámara. La mayor bien erguida. La menor ostensiblemente encorvada. La cabeza de la menor quedaba bastante por debajo de la cabeza de la mayor. Pero las rodillas de la menor parecían quedar más altas que las rodillas de la mayor.
  • Los tres hermanos subiendo una escalera. La cámara arriba, apuntando hacia abajo. La hermana mayor viene adelante. Los otros dos hermanos vienen uno o dos escalones detrás, obviamente “más bajos” que la mayor.
  • En un momento fugaz, ambas hermanas pasan por delante de los padres, caminando. La mayor le lleva fácil media cabeza a la menor. Pero (dos peros): no se les ven los pies (¿tacos muy altos para una de ellas?); y la mayor se ve más o menos de la misma altura que la madre, cuando sabemos que la actriz-madre le lleva una cabeza a la actriz-hija (lo que se comprueba en otras tomas del mismo episodio).

Lo más molesto de todo esto es que le habla a un público que supuestamente no se permite fantasear con la sexualidad de una chica de 16. A ese público le presenta una actriz adulta, disfrazada de nena, con un nivel de erotismo variable pero siempre notorio. Para eso están esas “chicas de 16”, para despertar las fantasías del público estadounidense sin recibir acusaciones de pedofilia.

No todas las series caen en este recurso bajo (pun not intended) y perverso. Pero la excepción tiene que aparecer en un caso raro como True Blood, una serie muy erótica y muy violenta, de las que “estiran los límites” para la mirada de Hollywood. Allí aparece una chica adolescente (creo que de 17 años) a la que el vampiro protagonista tiene que matar y convertir. Esa chica (aunque, como siempre, esté representada por una actriz de más de veinte) es altísima.

Secretos

El cocinero nunca quiso revelar sus secretos. Pero, con el tiempo, muchos en la cuadra empezamos a notar:
Escasez de monedas de diez centavos.
Muchos gatos sin el ojo izquierdo.
Ni una flor en el jardín de Doña Eloísa.