Si todo el mundo escribiera con los pies firmes en la tierra, la mirada fija en el camino a seguir, contemplando la huella fértil de quienes han pasado antes y cuidando la otra huella, indeleble, que quedará atrás, aspirando la atmósfera profusa de cada sitio recorrido, sin ignorar lo que inevitablemente se adhiere paso a paso, transportando consigo la esencia básica de cada calle, cada vereda, cada baldosa; en ese caso, el tema central de la literatura sería la caca de perro.