Hoy me tocó salir en Radar, el suplemento de Página/12, escribiendo sobre el cubo mágico, que cumple 40 años: “Cómo llegué a cubólogo”. Un fragmento:
La primera vez que vi el cubo fue en una nota de un diario. “El entretenimiento que causa furor en Europa”, decía. Pensando cómo malgastan el tiempo los europeos, volví a mi ocupación habitual: los videojuegos.
La segunda vez que vi el cubo fue en casa de una pareja de amigos (habituales compañeros de juegos y dueños de un Atari pionero). “Ah, se lo compraron”, dije, con tono despectivo. “Debe ser fácil”.
Diez minutos más tarde estaba enloquecido, babeando, moviendo las caras del cubo para un lado y otro mientras repetía en voz baja: no puede ser, no puede ser, no puede ser.
Esto pasó a principios de 1981. Estábamos preparados para muchas cosas, pero no para que un objeto articulado nos desarticulara la cabeza.
Mi columna es un apéndice de la columna principal, por Martín Graziano: “Las memorias de Erno Rubik, el hombre que creó el cubo mágico”.