Hay que contarlos con los dedos de los pies. Hay que tocarlos con la punta de los cabellos. Hay que soñarlos después de las cinco de la mañana. Hay que creerlos dos veces por día. Hay que llevarlos en un bolsillo interno. Hay que mostrarlos con respeto. Hay que seguirlos sin que se den cuenta. Hay que apostarlos cuando quedan pocas chances. Hay que mentirles siempre.
(Publicado en este blog hace dieciséis años).