She loves you, IA, IA, IA*

No hace tanto, la inteligencia artificial nos sorprendió escribiendo textos impecables y creando imágenes de calidad. Cierto, los errores iban, y siguen yendo, de lo sutil a lo chabacano. El ejemplo clásico: manos con demasiados dedos, y no surgidas de El Eternauta. Pero esta nueva inteligencia, limitada y todo, vino a hacer cosas para las que hasta ahora nos creíamos únicos.

¿Por qué no iba a pasar algo igual con la música? Es decir, ¿por qué no iba a haber una dirección en la web donde una especie de monstruo mítico, con recursos cibernéticos más allá del entendimiento, cocinara ya no tesis doctorales o videos de elefantes en estampida sino canciones folk cantadas con una dulce voz de soprano?

Este año aparecieron varias IAs dedicadas a la música. Tal vez la más destacada sea Suno.com, con la que estuve jugando, probando, escarbando, y generando cosas que todavía me cuesta creer. No es un chat, como ChatGPT o Gemini. Lo más sencillo que se puede hacer es ponerle una letra, elegir estilos musicales, voz masculina o femenina, y clickear el botón “Create”: listo, sale una canción que, en general, es bastante creíble. “Creíble” en el sentido de que uno se la puede cruzar en Spotify o en la radio y no darse cuenta de que no participaron músicos humanos. De hecho, se dice que a esta altura un porcentaje apreciable de la música nueva que aparece en las plataformas online está hecha por IA; algunos hablan del 25%.

Hay otras opciones. A mí, en particular, me gusta usar Suno para rescatar mi música de otras épocas. Tengo, por ejemplo, registros de canciones que compuse a los dieciocho años, allá por 1972 o 1973. La grabación es espantosa, con ruido y distorsión; la guitarra está mal tocada; el canto, bueno, nunca me creí cantante. La cuestión es que Suno permite subir un audio y pedirle que haga una versión. Qué tipo de versión, es a gusto del usuario: se puede acercar mucho o poco al original, puede ser una relectura cercana o distante, puede conservar el estilo o tener uno absolutamente distinto.

Te voy a dar algunas muestras de lo que vengo haciendo con esta herramienta futurista.

“Será el sol” es una de esas canciones que compuse a los dieciocho años. Acá va un fragmento de mi grabación original:

Y acá una versión hecha con Suno tras varios intentos:

(Lo de los varios intentos es clave: como todas las IAs que tenemos ahora, Suno no es determinista. El resultado varía a cada intento. Pequeños cambios en las condiciones iniciales pueden generar enormes diferencias. Hay que probar varias veces, insistir hasta que sale lo que uno quiere. La “curaduría” es lo que lleva todo esto a buen puerto).

La guitarra se acerca muchísimo a lo que toqué hace medio siglo. La voz, en cambio, es de mujer: me convencen mucho más las voces femeninas que hace Suno que las masculinas. Hay agregados: un par de frases de acordeón que mucho no suman; bajo y percusión discretos. El resultado, para mí, es un rescate con el que ya no contaba: la canción suena como me hubiera gustado que sonara desde el principio.

Claro que uno puede elegir que Suno sume desarrollo a la música, agregue su propia “creatividad” (alguna palabra hay que usar) al asunto. Es lo que pasa con el temita siguiente, “Anderson Fripp viaja al polo Sur”:

Es un breve temita hecho con un moxeño que me había prestado mi amiga Cecilia Gauna. La grabación es de 1982. Acá va la versión de Suno, que sumó bastante:

Lo que me gusta en particular de esta versión: primero, imitó muy bien el sonido original del moxeño; segundo, sus agregados conservan el espíritu de mi composición; y como cereza, al final encontró una variación del tema que cierra muy bien el asunto.

Ahora corresponde otro tipo de ejemplo: mostrar cuando Suno se aleja de lo que uno le da, pero conserva el espíritu. Mirá este registro improvisado que hice en 1984, sumando sobregrabaciones. El título, por así llamarlo, es “Oooooo”:

A Suno se le ocurrió que la parte melódica estuviera a cargo de voces:

Con todo lo que cambió, y aunque en algún sentido sea menos experimental, siento que esta versión me sigue representando.

Por último, va un caso bastante extremo de lo que Suno puede hacer. Esta vez no hubo composición mía de la que partir: solo le puse una muestra de escritura automática que subí a mi blog allá por 2011, “Las colecciones de cosas”. Luego de varios ensayos, cambiando los pedidos sobre el estilo y la voz, logré este resultado que me encanta y, francamente, me pone los pelos de punta:

Me gusta jugar con robots. En estas cosas, no me afecta el gran temor a la IA: que venga a sustituirme. No creo que porque exista Suno yo vaya a dejar de tocar música. Como no dejé de escribir por ChatGPT o de sacar fotos por Gemini. Son experiencias completamente distintas. Entiendo que hay trabajos en los que la IA reemplaza a personas. Pero estoy poniendo el foco en lo creativo, donde veo a la IA como un complemento, una herramienta al borde de la fantasía capaz de sumar a lo que le aportamos.

Uña Ramos tocando un moxeño. Foto por Lisbeth93 (licencia CC BY-SA 4.0), tomada de Wikimedia Commons.

    * She Loves You, Yeah, Yeah, Yeah

    Author: Eduardo Abel Gimenez

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