[31/1/2003]
El taxista aceleraba todo lo posible, esa noche en que la avenida Córdoba estaba vacía. Al acercarse a una esquina, con el semáforo todavía en rojo, frenaba con ganas y me obligaba a agarrarme del asiento delantero para no irme de trompa. Esperaba un par de segundos, y en cuanto el semáforo empezaba a cambiar aceleraba otra vez al máximo, para repetir el ritual en la esquina siguiente. Así esquina tras esquina.
—Qué mal anda la onda verde —me dijo durante uno de esos ciclos, enojado, girando la cabeza hacia mí—. Los semáforos te ven venir y no reaccionan.
Increíble. Tan increíble como lo que me pasó hace un tiempo:
Taxista: -Le molesta si fumo?
Michel: -Si.
En ese momento, el taxista le dió tremenda piña al volante y arrancó, visiblemente irritado.
Da un poco de vergüenza ajena que estas anécdotas sean reales, ¿no?
La respuesta correcta es “Le molesta si le digo que sí?”.
Da vergüenza ajena, así es.
Muy bueno lo suyo, Banzo.