Te devuelvo el libro que me prestaste, con el valor agregado de las horas de insomnio, la mancha de chocolate en la página 147, la estadía entre Expiación y Milenio negro, la mirada de la chica del subte que quería adivinar, el descubrimiento de que doblás las hojas para marcar por dónde vas, el tiempo perdido, el tiempo ganado, el tiempo que empatamos.
Muy bueno, Eduardo, me encantó.
¿Me autorizás a mandárselo a una amiga la próxima vez que le devuelva un libro? (con firma, por supuesto)
¡Claro, Nat! ¡Usalo como te parezca!