Categoría: La hora del payaso

Refrases: la obsesión

[5/6/2002]

Sarna con gusto no rica.

Las siete viudas del gato.

Flan con flan comida de tontos.

Todavía más refrases

[4/6/2002]

Perro que ladra no muere.

En casa de herrero cuclillo de palo.

Al mal tiempo buena casa.

Mal de muchos consuelo de todos.

Las almas las carga el diablo.

Las armas las caga el diablo.

Las almas las caga el diablo.

Más refrases

[4/6/2002]

Ojo por ojo, cliente por cliente.

El que a hielo mata, a hielo muele.

Hombre prevenido vale por dios.

Lo cortés no quita lo caliente.

Se dice el pescado, pero no el pescador.

Una golondrina no hace ver ano.

Ver para crear.

Ver para crecer.

Refrases

[4/6/2002]

El pez por la boca muerde.

En boca cerrada no entran roscas.

No hay mal que por bien no venda.

[Actualización. Luisa Axpe inventó un título para estos refranes modificados: Refrases. Y agrega uno: Quien mal ama mal acaba.]

Gaita

[23/5/2002]

Pensándolo bien, una gaita es lo más parecido a un animal, un ganso por ejemplo, al que uno le aprieta la panza para que chille y encima le mete las manos en el pico para que lo haga a distintas alturas.

Exagerar

[21/5/2002]

Hoy, en este preciso momento, tengo ganas de exagerar. No es algo normal en mí, diría que es algo extraordinario, muy rara vez visto: mi estilo se inclina con fuerza al understatement, o para decirlo con menor sofisticación, a la sangre de horchata. Pero ahora tengo ganas de exagerar, muchas ganas, unas ganas irresistibles, de esas que pueden sacarlo a uno del camino señalado por el destino, que arrasan planes y proyectos, que se extienden por los diversos niveles de consciencia y más abajo, por los sótanos del inconsciente, donde se agitan los sueños, los deseos, las motivaciones de reptil. Unas ganas prodigiosas, incontenibles, de las que mueven montañas, generan bifurcaciones en la historia, universos paralelos, de las que acaban con religiones enteras para crear otras nuevas, de las que derrocan emperadores y erigen semidioses. A ese tipo de ganas pertenecen hoy mis ganas de exagerar. Pero quiero aclarar que, si llego a dar rienda suelta a alguna fracción de estas ganas será de un modo civilizado, que no dañe a nadie, un modo propio de mi manera cortés y servicial de hacer las cosas. Mis exageraciones, en caso de llegar a la existencia, en caso de asomar su rostro pintoresco entre las colinas grises de mi prosa, en caso de recorrer la pluma o las teclas que se ocultan tras las palabras que elijo unir como cuentas en un collar inacabable, mis exageraciones, decía, serán inocuas para la salud pública, serán indetectables para las futuras generaciones de psicólogos que escarben en los recuerdos traumáticos de sus pacientes, serán un río caudaloso pero de aguas potables, limpias, cristalinas, transparentes, frescas, casi contradictoriamente con su carácter de torrente arrasador de convenciones, usos, costumbres. Haré lo posible, lo humanamente posible, lo que esté al alcance de las limitadas posibilidades que me han sido otorgadas en el reparto aleatorio de los dones, para que mis exageraciones tampoco generen rupturas en el devenir de mi existencia, que no produzcan un antes y un después, un quiebre en este fluir no diría suave ni tranquilo ni recto ni orientado siempre a un fin superior o siquiera a un fin, pero sí controlado, encauzado, dirigido a lo largo de coordenadas que mi no siempre sencilla comprensión del mundo y de la vida me indica que debo hacerle seguir. Las exageraciones de las que tengo tantas ganas, entonces, llegarán con la fanfarria de los bronces, el ímpetu de una manada de elefantes, el brillo de una nova, pero todo dentro de unos límites, un continente, un recipíente, un envase, una bolsita de plástico.

Bueno, ahora estoy más tranquilo.

Pizzería

[14/5/2002]

Llamó a la pizzería para pedir una grande, mitad roquefort y mitad atún. Se le ocurrió que podía decir:

—Que la mitad de atún sea la de arriba.

Pero no lo hizo, temiendo que lo tomaran por loco. Entonces pensó en agregar:

—Que la mitad de roquefort sea la de la izquierda.

Y tampoco lo hizo, temiendo que lo tomaran por idiota.

Cuando colgó, la vida era un poco más triste. Igual, la pizza estuvo deliciosa.

Un chiste de mi infancia

[13/5/2002]

Me acuerdo de un chiste que se contaba en mi infancia, con un cura muy miope como protagonista. Se le habían roto los anteojos, de manera que durante la misa luchaba por descifrar lo que decía el libro litúrgico. En cierto momento se inclinó sobre el libro, arqueó las cejas, torció la cara en una dirección y la boca en la otra. Finalmente, con un toque de escepticismo, dijo:

—Y ahora, hijos míos, siete monos.

El silencio que lo recibió, la ausencia de movimiento, le hicieron pensar que algo estaba mal. Trató de ajustarse los anteojos inexistentes, se inclinó más, torció la cara en la dirección contrara y aspiró hondo. Leyó:

—Y ahora, hijos míos, setenta monos.

Un murmullo suave, como el mar a lo lejos, sustituyó el silencio. El olor salino del aire no se debía al mar, sin embargo, sino al sudor del pobre cura miope que, se daba cuenta, estaba empeorando las cosas. Volvió a intentarlo. Con la nariz pegada al libro, la cabeza dolorosamente de lado para permitir que algo de luz llegara a las letras, insistió:

—Y ahora, hijos míos, setecientos monos.

El murmullo creció algunos decibeles, como controlado por un adolescente con el potenciómetro en sus manos. El cura supo que todo andaba mal. Movió un poco el libro para que la luz le diera mejor, apartó un poco los pies, hipotecó lo que quedaba de su espalda inclinándose hasta que el ojo más sano le quedó a un centímetro de las letras huidizas. Entonces suspiró de alivio. Se elevó suavemente y, sabiéndose dueño otra vez de la situación, exclamó:

—Y ahora, hijos míos, sentémonos.

(…)

Y hay otro de curas, muy corto, que me contó Douglas hace unos años.

—¿Usted está de acuerdo con que los curas se casen?

—Y… Si se quieren…

Acertijos con letras

[12/5/2002]

1. ¿Cuál es la letra que ríe?

2. ¿Qué letra se toma?

3. ¿Qué letra hace el ojo?

4. ¿Cuáles son las letras de los borrachos?

*

Soluciones:

1: Ge. 2: Te. 3: Ve. 4: Ese y doble ve.

Ahora contemos todos juntos

[4/5/2002]

Millones, billones, trillones, cuatrillones, quintillones, sextillones, septillones, octillones, nonillones, decillones, oncillones, docillones, trecillones, catorcillones, Quincy Jones.

[4/5/2012]

Este chiste recibió, a lo largo de los años, 215 (doscientos quince) comentarios. La gran mayoría, de gente que debía pasar cifras inmensas de números a letras o de letras a números, y no sabía como. El resto, de personas que sí sabían y respondían a los demás. ¿Tendremos aquí la indicación de que en nuestra sociedad hay una necesidad no cubierta? ¿O será que los chicos reciben tarea para el hogar que no tienen la menor idea de cómo hacer?