Categoría: De viaje

Ola

[14/12/2002]

Hacía años que no me metía en el mar y me dejaba cubrir por una ola. Hoy lo hice, y por un momento sentí que había pasado todo ese tiempo durmiendo.

Salud Laboral

[13/12/2002]

“Primer Seminario Internacional de Salud Laboral”, dicen los carteles. Fue ayer y anteayer en el hotel donde paramos. Lo organizó la CTA. Hubo muchos discursos vibrantes, muchos hombres con bigotes, alguien que hablaba en portugués, desayunos, almuerzos, cenas, gente que iba y venía, gente que conversaba en vestíbulos y pasillos, credenciales, computadoras, un gran ómnibus en la puerta. Se habrán alcanzado grandes conclusiones. Se habrán detectado puntos centrales de debate, de controversia, y de acuerdo. Habrá sido un excelente punto de encuentro para tanta gente interesada en el porvenir de nuestro país y de la región en que estamos incluidos. Seguro.

A nosotros lo que nos llegó fue el griterío, la multitud difícil de atravesar cada vez que había que ir a buscar o dejar la llave, el humo de los cigarrillos. También la desorientación del personal del hotel, el cansancio del conserje, los cambios de sitio de cada desayuno, el café peor cada día. Y, particularmente, las miradas de los delegados, para quienes nuestros shorts, ojotas, toallas y gorritos eran el signo inequívoco de los intrusos.

*

Cuando ya casi se habían ido, dejando tras de sí estelas de sabiduría, respeto al prójimo y solidaridad, apareció este cartel en varias paredes del hotel (impreso en una vieja dot matrix):

“EDUCACIÓN.
OBSERVANDO LAS NUMEROSAS QUEMADURAS EN LAS ALFOMBRAS AGRADECERÍA QUE UTILIZARAN LOS CENICEROS RESPECTIVOS. LA GERENCIA.”

Carteles

[9/12/2002]

En la ruta 2 hay varios carteles que dicen: “Nada de alcohol al conducir.” Muy apropiados para hacerlo pensar a uno en algo que de otro modo ni se le habría ocurrido. Como si dijeran “¡Olvídese de la palabra tripanosoma!

Veníamos con mi mujer, y rápidamente nos hicimos un cuadro idílico sobre posibles mejoras para esos carteles. Por ejemplo, una foto de alguien disfrutando de un maravilloso margarita; cervezas espumeantes; deliciosas botellas del mejor malbec; panorámicas de lugares que habita la espléndida gente de los avisos de Gancia. Y todo, todo, todo cruzado por una barra roja en diagonal, y más abajo la leyenda “¡No podés! ¡Idiota! ¡Na na nana na!” y alguien, un actor, de pie junto a cada cartel, que le hace pito catalán a todos los conductores que pasan por ahí.

Desde el aire (II)

[2/12/2002]

A diez mil metros por encima de tu propia alma

[26/11/2002]


Desde el aire

[26/11/2002]

Suenan las campanas

[26/11/2002]

“Suenan las campanas” es una frase cargada de sentidos. Omnipresente en un mundo donde las campanas sonaban todo el tiempo. ¿Y ahora? Habrá que buscar otros referentes, porque las campanas sólo existen para el creyente y el turista.

(Hace más de veinte años escribí en una estrofa de una canción: “Cuando suenan las campanas pasa un tren/ y no las puedo oír./ La verdad es que ni siquiera/ las puedo ver./ No sé dónde están./ No sé si quedan.”)

[26/11/2012]

Me encontré con esa campana como turista, claro. La foto es una captura del video que tomé en el campanario de la Giralda, Sevilla, en mayo de 1991.

La curva del fin del mundo

[6/11/2002]

[6/11/2012]

Un par de años después encontré que alguien usó esta foto en un foro venezolano, para burlarse de una marcha opositora. El link a ese foro ya no anda, pero por suerte tengo una captura de pantalla:

¿A dónde?

[3/5/2002]

[3/5/2012]

Esta imagen, que ahora cuesta entender, muestra un pedazo de ómnibus español. Es una captura del video que grabé en 1991, la primera y penúltima vez que fui a España.

Notas de Mar del Plata

[30/3/2002]

Sí, vinimos otra vez. A un hotel más caro que el anterior, pero peor. Las alfombras conocieron buenas épocas, tal vez en otro edificio. Los mismos clientes de la década del 60 vuelven siempre, y no se dan cuenta del deterioro (del hotel, así como el de ellos).

En la habitación faltaba el control remoto de la tele. Lo pedimos en conserjería, y nos dijeron que era normal, que la gente se los lleva. Igual nos dieron uno. Susanne estaba asombrada: ¿por qué se lleva la gente un control remoto? Después de darme una ducha descubrí la respuesta: porque en este hotel no vale la pena llevarse las toallas.

Llegamos ayer viernes, al mediodía. Al mediodía de Ferrobaires, que empieza hacia la una y media de la tarde. Llovía. Dos hombres trataban de ganarse unas monedas a cambio de simular que organizaban la cola de los taxis. Tenían bastante éxito, en lo que hace a las monedas.

Estuvimos en un cibercafé, donde Gabriel pudo jugar un rato con Orisinal, que le encanta. Y también con un juego de Garfield que estaba en la computadora. Había que manejarlo con el teclado, mientras una música tecno (ajena al juego y a la computadora, pero impregnada en las paredes del local) hacía lo posible por impedirlo. La impaciencia de Gabriel no me dejó leer las instrucciones, así que estuvimos un rato haciendo que jugábamos a algo que hacía de divertido, mientras Susanne tomaba una verdadera cerveza.

En este momento llueve muchísimo. Hace un minuto me llamó la atención un ruido, y pensé: “La lluvia.” Levanté la vista y no, era la máquina de hacer café. Entonces me di vuelta para ver la calle, y a la vez la máquina se detuvo. Vi la lluvia y oí su ruido auténtico. ¿Cómo puede una falsa alarma ser verdadera a pesar de todo?

Esta mañana, durante las dos horas en que no llovió, fuimos a la playa. Gabriel saltó y corrió lo suficiente para justificar todo el viaje. El guardavidas pasaba el tiempo tocando silbato a quienes se aventuraban a caminar por la escollera, exactamente por debajo del nivel de las peores olas. El sol echó un vistazo, se dio cuenta de que no valía la pena y desapareció otra vez. Gabriel hizo montañitas de arena húmeda, ahí donde las olas iban y venían, y disfrutó de la destrucción consiguiente. Juntó plumas y caracoles. También se mojó la ropa y luego la ropa de repuesto, después de lo cual volvimos al hotel.

No está mal, en realidad. Comemos cosas ricas. Vamos a ir al Museo del Mar a ver a Juan Falú (¿en una pecera?). Tengo esta hora de tranquilidad mientras es el turno de Susanne de ir a Sacoa.

El tren de regreso sale mañana, domingo, a las seis y pico de la tarde.

[30/3/2012]

¿Puedo decirlo? Estoy orgulloso de este post. Ya está.

Los links: Museo del Mar (cuidado que arranca con música y no se puede hacer callar). Juan Falú: sitio personal, y en YouTube.

Unos días después escribí una reseña sobre la presentación de Juan Falú.