El mío es el tercero empezando del otro lado, sin ventanas, azul si no fuera marrón, plano, en diagonal con la diagonal, ruidoso a la hora de los truenos, un poco inclinado, nada especial te diría, nada que no hayas visto, nada distinto de los otros a menos que consideres la esmeralda que tengo escondida entre los pliegues.
Categoría: La vida de los sapos
Casi sombra, casi color. Casi arbusto. Casi pared, casi tormenta. Pincel, pintura, ping-pong. Casi esperanza. Casi I, casi Ching. Casi encuentro bajo la lluvia sin paraguas la mañana de un viernes. Ojos, hojas, sin boca. Casi abril, pero antes de marzo, casi diciembre. Casi círculo. Casi una cara con cicatrices a la vuelta de la esquina.
Abierto, cerrado. Dormido, despierto. Caramelo, ensalada. Adentro, afuera. Alto, bajo. Foto, palabra. Claro, oscuro. Tecla, dedo. Con hambre, orgulloso, noche, cansado, absorto, feliz, derrotado, tarde, inconsciente, pasando del frío al calor, mañana, subiendo escaleras, bajando escaleras, tocando los mismos botones en otro orden a la espera de un resultado diferente.
Primero el de abajo. Sin mirar. Caminar dos pasos al norte. Sin que te miren. Ambos tornillos deben girar a la vez. Un poco de sal. Oprimir en caso de. La cabeza baja. Consumir preferentemente. En tu lugar, eso más que nada, en tu lugar y ni un poco más allá. De atrás para adelante.
Tarde o temprano lo arbitrario empieza a aparentar sentido. Piezas sueltas. No hay baterías. Este control se controla a sí mismo. Son todos retazos, aunque el rompecabezas parezca armado. El olor es otro problema. Piezas sueltas, cortes. Mis pulgares, cuando tratan de apoyarse por el lado de la uña, acaban dejando un hueco en forma de rombo. Retazos. Como si ahora mismo me pusiera a escribir sobre cosas importantes.
Menos sensato. Menos pensado. (Más verde.) Menos sentado. Menos tensado. (Más verde.) Menos tentado. Menos dentado. Menos amarillos que los prometidos, en todas partes, como si la luz interior de la otra foto se hubiera quedado allá encerrada. (Más verde.) Hay algo que no recuerdo. Algo cuerdo. Algo cuervo.
Esta línea es un poco más gruesa, un poco más clara, más corta, más línea. Habría que mirar al revés. Es el trazo que deja en el aire la mano del guitarrista tras subir y bajar muchas veces en un segundo. Es la caída del cable cortado. Es el corazón de alguien que salta desde un puente. Es la colección de los momentos en que se oyó un disparo.
Mover la montaña para que se quede donde está. Ahora mismo. El color es blanco. Abrigar esa tormenta no es la forma de acabar con un silencio de siglos. Demasiado temprano, y los dedos se caen hasta el piso. El color es gris. Te dicen que es otro día, pero no de cuándo viene, si ya lo viviste, si esas flores son las que quedaron del año pasado. El color es ocre.
La atención dividida. La mañana en suspenso. Algo, un poco. La canción repetida. Vamos a contar monedas. Casi nada. La sombra. En este círculo hay un ángulo que sobra. Menos todavía. Pintar el oro de plata y el aire de tierra. La cámara mira hacia otro lado. Vacío. El pájaro mueve las alas con los ojos cerrados.