[1/11/2002]
Categoría: Bolsa sin clasificar
[30/10/2002]
Pone el bolso en el suelo, entre los pies con las uñas pintadas. Bolso y uñas tienen el mismo color.
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Lleva la cartera colgada del hombro izquierdo, pero la aprieta contra el estómago con la mano derecha. Le duele el monedero.
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Tiene dos bolsas de plástico, una en cada mano. La izquierda es rosa. La derecha, celeste. Seguro que vienen mellizos.
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Se colgó la mochila de ambos hombros, pero la lleva adelante, sobre el pecho. El pelo largo impide verle los ojos que sin duda tiene en la nuca.
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Se sienta, pone el bolso sobre las rodillas y cruza los brazos. El bolso rueda hacia adelante. Para evitar que llegue al piso levanta los dos pies, con las puntas bien para arriba. Descruza los brazos, levanta el bolso de los empeines donde quedó atrapado, lo pone sobre las rodillas, y vuelta a empezar.
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¿Quien usa dos riñoneras tiene necesariamente doble personalidad?
[30/9/2002]
¿Qué habrá estado haciendo de rodillas en el piso, durante un largo rato, la chica que está tan prolijamente sentada frente a mí leyendo un apunte con la cara seria, un palito atravesado en el cabello, la espalda bien recta, y esas dos manchas casi redondas, casi perfectas, en las piernas de sus jeans, cinco centímetros por debajo de las rótulas?
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Destinos diversos para las tarjetas con que se viaja en el subte: el de shorts tiró la suya bajo el asiento; el de barba prematura la pliega en forma de acordeón y vuelve a desplegarla; el del medio se ríe y hace un origami, una especie de flor, vida artificial.
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Bonita, rubia, algunos kilos de más según la moda. El pelo tirante hacia atrás, atrapado en una cola. Se mete el pulgar en la boca para obtener otro poco de proteína de esa pielcita que no acaba de salir o esa cutícula en desintegración. Si fuera un hombre y estuviera en el casting de una película, su cara daría el perfil justo de un psicópata.
[23/9/2002]
Repartidos en el asiento de subte que tengo frente a mí, tres muchachos que no viajan juntos miran en forma sincronizada a la derecha, luego a la izquierda, de nuevo a la derecha. Hay que seguir esas miradas: apuntan cada vez a la chica más linda de ese cuarto de minuto.
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Él tiene unos treinta años más que ella. Ella lo trata de usted. Él tiene unas ojeras de colección, hechas por un diseñador que cobra en dólares, de esas que vienen con varios degradés entrecruzados, rosa a violeta, verde a celeste, gris a negro. Ella no. Él, en voz alta, explica alguna cosa que salió en el suplemento de arquitectura de Clarín. Ella bosteza sin parar.
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Muy viejo, con bastón. Tarda un rato en poder entrar al subte. Una chica le cede el asiento, pero le cuesta tanto sentarse que casi parece que no vale la pena. A medida que pasamos las estaciones va diciendo los nombres, uno por uno, pero de memoria, sin mirar los carteles. Se empieza a poner de pie mucho antes de la estación Palermo. Llega a tiempo.
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En medio del rostro cuidadosamente esculpido, enmarcado en ese pelo rubio de química radioactiva, justo a la derecha de la boca que huele a dentista caro, tiene un lunar. Si uno pudiera acercarse lo suficiente y mirar con una buena lupa, tal vez llegaría a distinguir el signo de copyright de un consorcio internacional de empresas de cosmética y centros de cirugía plástica.
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Tiene los rasgos de una nena de doce años, pero habrá cumplido los treinta. Viste de amarillo, tostado claro, tostado oscuro y negro. Tal vez no sea tan linda como para una película de Indiana Jones, pero los colores permitirían situarla en la mitad derecha de un cuadro de “El templo de la perdición”, como si fuera el reflejo de un desierto, acompañada por una intensa luz azul, reflejo del mar, en la mitad izquierda.
[21/9/2002]
Empieza a leer un libro por la página del medio. Luego lee una página hacia adelante y una hacia atrás, otra hacia adelante y otra hacia atrás. Así hasta llegar al principio, que si es un buen libro resulta tan sorprendente como el final.
[20/9/2002]
Acabo de cambiar la “página de inicio” de mi Internet Explorer a Google Acabo de cambiar la "página de inicio"News. Como explican aquí: “The headlines that appear on our homepage are selected entirely by a mathematical algorithm, based on how and where the stories appear elsewhere on the web. There are no human editors at Google selecting or grouping the headlines and no individual decides which stories get top placement.” Veremos.
Fue una novedad importante. Duró un tiempito. Por supuesto, mi página de inicio cambió con la aparición de Gmail.
La explicación que linkeé ya no está en Google News: aparece citada en otras páginas de la época. (Si uno busca en Google el párrafo entero entre comillas, la Mágica Web ocupa los resultados cinco y seis.)
[13/9/2002]
No sé por qué no lo dije entonces: estas imágenes son capturas de video (bastante retocadas) de una procesión religiosa en Sevilla, 1991. Sigue pendiente digitalizar esos viejos videos que tengo en cintas de 8 mm, dependientes de la vieja cámara Sony que ni sé si anda…
[10/9/2002]
No es un paracaídas eso que cayó, que abandonaron, en el techo de al lado, visible desde mi ventana, esa cosa de tela amarilla de la que salen unos hilos largos medio anudados, con una mancha de color que podría ser sangre, ese objeto sin forma que se aferra a las chapas negras como si no quisiera seguir volando. No, no es. Lástima.