Categoría: Bolsa sin clasificar

Capitán

[12/6/2002]

El capitán se hunde con su barco. El capitán de la industria, con su banco.

[12/6/2012]

Ya no se dice “capitán de la industria”, ¿no? ¿Era una expresión de la época? Busco en Google y no le noto mucho entusiasmo. Hay algunas referencias a 2008. Se habla del “último capitán de la industria” de alguna parte. Y 400.000 resultados más, pero en las páginas siguientes, esas que ya no importan.

Borde

[4/6/2002]

Camina por el borde del precipicio, temiendo tanto la caída como la salvación.

La hormiga y el camino de hormigas

[31/5/2002]


Las fábulas de Gimenez.
Hoy: La hormiga y el camino de hormigas

—No soy yo el camino —se dice una hormiga que forma parte de un camino de hormigas—. Ninguna hormiga es el camino. El camino es la información, el recorrido, la carga. Y es el conjunto de contactos entre mis hermanas y yo lo que permite que el propio camino siga existiendo.

La hormiga avanza, sigue prolijamente la senda trazada mientras su mente elabora:

—Y sin embargo, no hay camino sin hormigas. Una hormiga determinada no importa: quitémosla del camino, y habrá un leve tropiezo, una duda, pero el camino seguirá existiendo. Dos hormigas, lo mismo. Pero vayamos quitando una y otra hormiga, y llegará un momento en que una sola hormiga menos significará la desaparición del camino. ¿Esa hormiga, entonces, es el camino?

Así estaban las cosas cuando su razonamiento fue interrumpido por un zapato del 43, izquierdo, que casualmente pasaba por allí.

Moralej [crunch]

Vencimientos

[30/5/2002]

El contenido vencía en mayo de dos mil dos. El envase, en mayo de doce mil dos.

Autorretrato de fantasma

[29/5/2002]

Autorretrato de luz

[29/5/2002]


Cuarta dimensión

[28/5/2002]

—Me puedo mover en la cuarta dimensión —dijo al pasar. Y para demostrarlo, o porque sí, porque tenía ganas, se dio vuelta de atrás para adelante, sin girar.

Quieto

[23/5/2002]

Si pudiera quedarme quieto ahí en la calle, a la puerta de mi edificio, sin necesidades ni apuros, contemplado el paso de las estaciones, los años, los siglos, las eras geológicas, ¿cuánto tiempo pasaría hasta que los sedimentos cubrieran estas torres, y cuánto más hasta que los arqueólogos vinieran a desenterrarlas?

Puerta

[23/5/2002]

Si tuviera que abrir esa puerta empezaría golpeando para saber si alguien responde, y ante el silencio seguiría apoyando la mano en el picaporte, girándolo con suavidad y empujando hasta que el barniz, que debe estar pegado luego de tanto tiempo, se desprenda y permita que el panel de madera barata, un poco arqueado por la humedad, empiece a revelar el aire estancado del interior, muy lentamente porque puede haber cosas que se despierten o, peor aún, que no se despierten, y cuando las bisagras hayan chirriando lo suficiente trataría de distinguir algo al otro lado, en la oscuridad, antes de que algo me distinga a mí en la luz. Pero nada de esto es necesario, porque me permiten seguir de largo.

Caída

[23/5/2002]

Caminaba por una hilera de baldosas, un pie adelante del otro, con cuidado, como si a ambos lados no hubiese otras hileras de baldosas sino un abismo. Brazos levantados, mirada fija en el piso, dientes mordiendo labios. Concentración. Concentración. En eso, pasa un taxi justo por encima del charco y el agua sucia le salpica los pantalones. La caída es terrible, porque el abismo no termina nunca. Pero peor resulta para el taxi, que se lleva puesto un intenso deseo de que gire sobre sí mismo ciento diecisiete veces, rebote contra una pared y salga disparado en dirección a las nubes. La tintorería, más tarde, cobra una fortuna. Nada de esto sale en los diarios.

[23/5/2012]

“Hoy, amor, igual que ayer, como siempre,
en el diario no hablaban de ti,
en la radio no hablaban de ti,
en el diario no hablaban de ti,
ni de mí.”
(Acá.)