Categoría: 7. Lo demás

Cosas que hay en mi biblioteca

Verne, Julio, Viaje al centro de la tierra, Editorial Sopena, Buenos Aires, 1952. 14.5 x 22.5 cm.

Cosas que hay en mi biblioteca

Fantastic science fiction stories, Volume 9, Number 3, Ziff-Davis Publishing Company, New York, marzo de 1960. 14 x 19.9 cm.

Linkocitos

Linkocitos

Linkocitos

  • Imagen de bentobjects.blogspot.comUn día aburrido en la oficina. La imagen da una idea. “When YouTube or other entertainment websites don’t work anymore, it’s time to escape the boredom at the office with something nifty. Take some paperclips and what you can find around the office and start crafting. Here are 20 creative artworks done from scratch you can easily reproduce at your office.” La gracia extra es que la fuente original de las imágenes no es Wacky Archives sino este maravilloso blog: Bent Objects. (El post en que apareció por primera vez la imagen de arriba: Relishing Life…and Death.)
  • Bife Angosto Unlimited. “Siendo un intento descarado y descascarado de poner en un solo sitio la escalofriante tira que GUSTAVO SALA publica todas las semanas en el suplemento No de Página 12.”
  • Galería de venganzas contra las máquinas. “We asked our readers to terminate their most offensive technology and submit the best photos of the destruction. After weeks of voting, these are the 10 top revenge photos from those who won’t kowtow to our future overlords.”

Mi vida con WordPress


WordPress es la herramienta con que hago este blog desde hace varios años. Como ocurre cada tanto, hace unos días me tocó actualizar a la versión nueva, la 2.5.

Pero no sólo eso: además convertí Imaginaria a WordPress. Así que tuve doble ración.

Todas las actualizaciones tienen cosas buenas y cosas malas. Si lo nuevo vale la pena uno se queda con la boca abierta, pensando “cómo pude vivir hasta ahora sin eso”. Si lo malo amenaza con convertirse en una úlcera crónica para el resto de la vida, dan ganas de hacer lo imposible: volver atrás, quedarse en el tiempo, sobrevivir a lo dinosaurio no importa qué.

Las dos cosas me pasaron con WordPress 2.5. Lo bueno es de verdad muy bueno, y por todos lados se hablan maravillas (merecidamente). Así que aprovecho esta oportunidad invalorable para limitarme a comentar qué accidentes me complicaron la vida durante la doble experiencia. Los primeros dos ocurrieron en la Mágica Web. El tercero, en Imaginaria.

1. La traducción. Venía usando una traducción al castellano*, para que las fechas aparecieran como “lunes” y no “Monday”, “abril” y no “April”. Con la nueva versión bajé una traducción también nueva. La traducción estaba en UTF-8 (un sistema de codificación de caracteres), pero la Mágica Web todavía está en ISO-8859-1 (otro sistema de codificación de caracteres, menos flexible), con lo que las fechas aparecían raras. Quise convertir todo a UTF-8 (objetivo válido y que mantengo para algún futuro más promisorio), y lo único que logré fue romper la base de datos. My fault. Restaurada la base, descubrí otra traducción sin este problema, la instalé y listo: fechas y textos ok. De paso: aunque tenía un backup de la base de datos, no lo necesité, porque era más fácil usar el que hace automáticamente DreamHost, donde está alojado este sitio. Por fin, una razón para decir “grande, DreamHost”.

2. El sistema para subir archivos. Hay un sistema nuevo, muy útil y muy lindo, para subir imágenes, audio, video, de todo. Andaba lo más bien, hasta que dejó de andar del todo. Busqué y busqué explicaciones, pero nada. Entonces me puse a pensar por mí mismo: ¿qué cambió entre el momento en que anduvo y el momento en que dejó de andar? Respuesta: ¡la traducción! (ver punto anterior). Así que hace un rato, insólitamente decidido, quité la traducción… ¡y todo anduvo otra vez! Atención: no es que la segunda traducción que encontré rompió todo; no anda con ninguna de las dos. ¿Y las fechas? Las cambié por números: 14/4/2008 sale bien en varios idiomas.

3. La edición de comentarios. A veces hay que cambiar algo en un comentario. Antes era cuestión de buscar el comentario dentro de WordPress, hacer click en un link “Edit”, y a jugar en paz. Ahora, dentro del sistema de administración de WordPress no encuentro por ningún lado ese bendito “Edit”. Lo que hay que hacer, aunque suene disparatado: entrar a WordPress; clickear la opción “ver el sitio”; en el sitio, buscar la página y el comentario en cuestión; junto al comentario hay un link para editarlo (reservado al autor del blog); click en ese link, y ahí sí, todo bien. (No, el link no aparece si no paso antes por adentro de WordPress. Hasta la versión anterior sí aparecía.) Esto ocurre en Imaginaria y no en la Mágica Web. En Imaginaria no hice nada raro con traducciones, je je je. Tal vez influya que Imaginaria ande en un servidor Windows con IIS, mientras que la Mágica Web anda en un Linux con Apache. Pero no sé, estoy dando golpes a ciegas.

Por último, un detalle sobre el que ya vi quejas en otras partes. En la versión 2.5 no hay ningún lugar donde diga el total de comentarios del blog, dato que siempre estuvo disponible. Sí aparece el total de entradas, el de categorías, etc. Pero no el de comentarios. Dicen por ahí que va a volver en WordPress 2.6.

Por lo demás, todo bien. Pero avisé: esta vez iba a hablar exclusivamente de los defectos. (Ok, está muy bueno.)

(* Nota. La traducción de WordPress está en un archivo suelto. Se sube ese archivo, se pone donde al WordPress le gusta que esté, y se le dice que lo use. Así es posible cambiar el idioma del programa con mucha facilidad. Lo difícil es que esto no genere errores de cualquier otra clase. Un día de estos, cuando junte coraje, voy a probar cómo se ve todo en polaco, o en kurdo.)

Lost in Lost

No sólo soy fan de World of Warcraft, también soy fan de Lost, la serie. Y en estos días me encontré con dos cosas ideales para viciosos como yo.

La primera, un nuevo blog argentino sobre nuestros perdidos favoritos, con un gran título: Lostalgia. Tiene opiniones, deducciones, preguntas sin responder, fotos, videos… Es un emprendimiento de quien ya nos viene dando un blog excelente, zonaindie, “dedicado a la escena musical independiente de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores”.

La segunda es este video recopilado por alguien todavía más loco, que resume la impresión que deja la serie, todavía hoy, en quienes la venimos siguiendo desde el comienzo. No hace falta saber inglés para entender de qué se trata, o sí, pero alcanza con una sola palabra (visto en ALT1040).

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=GcatQSyRK6c]

“Te veo el martes”, te veo en Blogger

“Te veo el martes” también está en Blogger.

(”Te veo el martes” es una sección de la Mágica Web, con 52 textos cortos de diciembre de 2003 a febrero de 2005, que rearmé en Blogger para independizarla del servidor donde tengo este blog. “La alegría y la pena están separadas por una línea curva.”)

Concierto de Suzanne Vega

[Update de lo más triste: el video ya no está disponible.]

Un concierto completo, grabado el 22 de octubre de 2007. Hace muy bien ver cómo alguna gente que uno admira desde hace más de veinte años atrás se fue haciendo grande en varios sentidos.

http://www.fabchannel.com/embed/player.swf?ap=artist.suzanne_vega

La primera canción que escuché de ella (por la radio de un taxi, me acuerdo bien) fue “Gypsy”, que aquí aparece séptima en la lista. Esa canción, o cualquier otra del concierto, se puede elegir para ver suelta en el sitio original del show: fabchannel.com. (No, no hay links a las páginas individuales. Hay que buscar “Suzanne Vega”, y aparece este único resultado.)

(Ufa. El video insertado en la página no se ve en Google Reader. Donde sí se vería si estuviera en YouTube.)

Quiero escapar de Brigitte

Ayer volví de Córdoba, donde se presentó mi novelita juvenil Quiero escapar de Brigitte. La publicó Editorial Comunicarte, en la colección Veinte Escalones, que dirige Carolina Rossi. Esta es la tapa, con diseño e ilustración de Mónica Weiss:

Tapa del libro

Fue un lindo viaje. Conocí gente espléndida. Me trataron muy bien. Ahora me gustaría publicar libros (y viajar) todos los meses.

Así empieza la novela:

Brigitte. Único planeta de la estrella Nux, en el Cúmulo de Caba-írenlaj. Tiene dos lunas: Bino, con dos cuernos, y Trino, con tres. Es famoso por sus criaderos de bagires, animales de comportamiento caíprichoso muy empleados en los circos de toda la Galaxia.

Sus tierras habitables se dividen en dos continentes, el Norte y el Sur, seíparados por el Océano Central. El continente Norte es una gran extensión salvaíje y primitiva, de la que poco se sabe. En el contiínente Sur, por el contrario, predomina la poíblación urbana.

(…) Dos organizaciones políticas se dividen el planeta. El Imperio de Calabán ocupa el noventa y tres por ciento de la superficie, incluyendo todo el contiínente Norte y la mayor parte del continente Sur. Aislado de la Galaxia a causa de sus prácticas atroces, condenadas por la Convención Galáctica de Derechos Humanos, el Imperio se encuentra en un estado tecnológico relatiívamente primitivo. (…) Es célebre por su arquitectura y por su historia el Palacio de Calabán, situado en la ciudad de Valabud.

El siete por ciento restante está ocupado por las Mil Quinientas Reípúblicas Unidas. En su capital, la ciudad de Fluz, se encuentra el único puerto espaícial de Brigitte, y por lo tanto la única conexión del planeta con las vías coímerciales y culturales del universo. Los intentos del Imíperio de anexar las Repúblicas a su territorio han fracasado gracias a la enérgica acción de los Mundos Unidos.

(…) Antes de la fundación de los actuales estados, hace miles de años, una guerra nuclear destruyó buena parte de las riquezas natuírales del planeta. La radioactividad dejó dos huellas que aún permaínecen: por un lado, el inímenso desierto de Zaj; por el otro, la extraorídinaria población de muítantes del territorio que los brigittianos llaman el Borde, en el contineníte Sur, alrededor del Río del Fin del Mundo.

(Diccionario Incompleto de Lunas, Mundos y Otros Objetos Esíféricos. Publicación del Centro. Año 12375 de la Era Galáctica.)

Brigitte
Mapa parcial del continente Sur

brigittemapa.gif

1. Palacio

De acuerdo con las instrucciones, entré al Palacio por la azotea. Era después del almuerzo, cuando los guardias estaban borrachos, pesados y con pocas ganas de trabajar. Oculto tras una estatua del dios Bulbul, abrí el frasco de ácido y lo incliné suavemente hacia el piso.

No sabía que la estatua, que tenía un mecanismo de relojería en su iníteírior, alzaba los brazos a las tres en punto de la tarde y los abría en abaniíco. De acuerdo con los creyentes, así mostraba su geneírosidad con la creaíción y había que sentirse agradecido. Pero a mí me tomó por sorpresa. El brazo izíquierdo me dio en el cuello, y el frasco de ácido se me escapó de las maínos.

El espectáculo debía figurar en todas las guías de turismo. Ahora que miíraba bien, había un montón de curiosos allá abajo, sacando fotos del aconítecimiento. Una caravana de autobuses, con los conductores aburridos a bordo, esperaba más lejos. Los turistas estaban entusiasmados: no sólo veían la actuación previsible del dios Bulbul, sino que al mismo precio se agregaba la invalorable presencia de un asaltante que, torpe y despeinado, trataba de atrapar el frasco de ácido mientras rodaba por el piso, sin queímarse las manos. Me señalaban, reían de felicidad, ponían al máximo el zoom de sus cámaras para inmortalizar mi expresión de sorpresa.

Traté de ignorarlos. Cuando recuperé el frasco se había derramado todo. Quería que el líquido perforara el techo, para deslizarme sin ser visto hasta la cámara que había debajo. Para eso necesitaba apenas unas gotas, y ninígún testigo. El conítenido íntegro del frasco siguió su curso destructivo con una mesa de caoba procedente de los tiempos del primer Calabán, la alfomíbra de la cáímara privada del Emperador, las enaíguas de su hija Tremegilda, utensilios de oro y plata y, uno por uno, casi toídos los pisos de la construcíción. Los curiosos redoblaron su energía fotográfica y gritaron para darme aliento. Lo mío era mala suerte. Asomado al borde del agujero, alcancé a ver las últimas gotas que se detenían sobre el casco dorado del general Grom.
En todo el planeta Brigitte, el casco tenía fama de ser aún más duro que la cabeza envuelta en él.

Tras los segundos necesarios para que su cráneo enorme se pusiera en movimiento, el general Grom miró hacia arriba. Estaba un poco intrigado por el olor penetrante que llegaba a sus narices. Y lo que vio le resultó bastante desagradable: una profanación tras otra en la arquitectura sagrada del Paílacio, y yo encima de todo, descendiendo lentamente sobre él, mientras la multitud emitía un suspiro al verme desaparecer.

2. Araña

A mí tampoco me gustaba la situación. Y menos todavía la lentitud del descenso, pero no era mi culpa la lentitud, sino culpa de mi Control Adaptaídor. Me había adiestrado durante días para que el Control tuviera tiempo de modifiícar mi organismo. Había descendido cuidadosamente de toda clase de siítios, empezando por la cima de sillas, mesas y armarios, siguiendo con áríboíles, la cabina de un camión, escaleras resbaladizas, y terminando con un edificio de tres pisos a la vuelta de la posada donde había instalado mi cuartel temporario.

Sufrí una variedad de golpes mientras el Control comprendía de qué se trataba. Y empecé a sentir los cambios: un hormigueo en el estómago, una picazón en la espalda, un desequilibrio en la postura de mi cuerpo. Estaba ansioso por descubrir la solución elegida por el Control para transíformarme en un perfecto descendedor: de su acierto dependía el éxito del asalto al Palacio, la continuidad de mi Contrato de Tiempo Parcial, y mi vida.

El Control fabricó un nuevo órgano en la base de mi espalda: una glánduíla, como la que tienen las arañas, para segregar un hilo pegajoso. Del hilo debía agarrarme durante el descenso.

Así, actuando de araña, bajaba aferrado a mi propio hilo hacia los brazos del general Grom, a razón de quince centímetros por minuto. Era todo lo que mi flamante glándula podía lograr.

El general no tenía un Control estúpido que le dictara las acciones a seíguir. Pero sí un cuerpo de gigante que requería la planificación cuidadosa de cualquier movimiento. Empezó frotándose la nariz, para eliminar la picazón producida por el ácido. Luego se acomodó el casco, con un chasquido que, aún a la distancia a que yo estaba, me puso los pelos de punta. Y un minuto más tarde lo perdí de vista.

La inercia de su cuerpo, la lentitud de su cerebro y la majestuosidad pauísada que acostumbraba poner en todo lo que hacía lograron que tardara un millón de años en actuar. Tuve tiempo de lamer con los pies el último piso.

Corté mi telaraña con la intención de salir corriendo, pero di un tirón deímasiado fuerte. El hilo se desprendió del techo y cayó sobre mí, enredándome primero la cabeza, luego los hombros, los brazos y las cadeíras, y finalmente las piernas. Por otra parte, la glándula seguía soltando más hilo. Todavía luchaba con mi propia secreción cuando llegaron los hombres del general.

Eran tres. Ojos vidriosos, piernas inestables, mente alcohólica, quisieron demostrar su efiíciencia echándose sobre mí, sin advertir la clase de trampa en que me había transformado. Quedaron, como yo, envueltos en la maraña.