[2/5/2003]
(Por Gabriel.)
[2/5/2003]
(Por Gabriel.)
[2/5/2003]
Si alguien pintara un mapa del tiempo, con colores para los años, como se hace con los países en un mapa del mundo, el año 2002 debería ser amarillo.
Amarillo como las luces de una autopista durante una noche con niebla.
Amarillo como estar mal del hígado.
Amarillo como las malas noticias mal transmitidas.
Amarillo como un callejón cubierto de limones maduros que voy pisando mientras me emborracha el olor dulzón y ácido.
Amarillo como ese helado horrible que Gabriel tiró a la basura.
Amarillo como el papel que hay dentro de las carpetas viejas.
Amarillo como las paredes de los edificios al amanecer.
Amarillo como la arena que se escapa entre los dedos, la arena de un desierto interminable en el que cierro los ojos para regalarme la ilusión de que en realidad es una playa y a pocos pasos está el mar.
Amarillo como la caja de Lotrial.
Amarillo como los volantes de la fábrica de empanadas que pasan por abajo de las puertas.
Amarillo como el herpes zóster.
Amarillo como un broche para la ropa.
Amarillo como las fotos en blanco y negro de los álbumes de mi juventud.
Amarillo que no es oro.
(Con respecto al año 2003 es otra historia y todavía no puedo saberlo. Pero todo parece indicar que habrá una ristra de años amarillos en los que será difícil distinguir uno del otro.)
[1/5/2003]
Diez…, nueve…, ocho…, siete…, seis…, cinco…, cuatro…, tres…, dos…, uno…
[1/5/2003]
Justo hoy no hay diarios.
Justo hoy que me desperté demasiado temprano, con frío, y después de un rato largo frente al monitor miro por la ventana y veo que todavía no amaneció.
Justo hoy que es feriado, un día raro en medio de la semana, un preludio de este viernes en que nadie va a comprender del todo lo que pasa.
Justo hoy que estoy saliendo del mareo de las noticias recientes y puedo marearme con otras, más nuevas.
Justo hoy que me puse el buzo bordó, que todavía me entra, algo que podría llamarse un “golpe de color”, y para lo cual no sirve tomar agua ni ponerse a la sombra, porque no hay remedios conocidos.
Justo hoy que pensé en contar aquí una anécdota de mi adolescencia, y después me di cuenta de que no tenía ganas.
Justo hoy que hay un globo en el piso de esta habitación, un globo blanco, con forma de huevo, que mi hijo trajo ayer del cumpleaños de una compañera de la escuela y abandonó aquí porque siempre me deja algún recuerdo.
Justo hoy que hay una luz prendida allá en el edificio blanco, una sola entre todas las ventanas, al otro lado de un vidrio esmerilado.
Justo hoy que tengo el plan heroico, ambicioso, tantas veces postergado de llevar el auto a cargar nafta.
Justo hoy que tengo esa sensación rara en la punta de los dedos, algo como electricidad o una amplificación del sentido del tacto, que no me deja tocar algunas telas, que me hace insoportable el contacto con el pelo, que pide superficies lisas como por ejemplo estas teclas.
Justo hoy que no tengo horarios pero igual miro el reloj, que no tengo apuro pero igual me impaciento.
Justo hoy que es tan otoño.
Justo hoy no hay diarios.
[30/4/2003]
(Por Gabriel)
[28/4/2003]
Mientras viajaba en tren con la cámara de video en la mano veía pasar un mundo del que iba registrando fragmentos veloces. Esto ocurría diez años atrás, o doce. Hace mucho menos tiempo, en 2002, instalé en la computadora una placa de captura de video. Así empecé a digitalizar esos fragmentos, y, por primera vez, a ver cuadros detenidos. El mundo que apareció fue otro, diferente del recordado.
En esta página fui presentando algunos detalles de ese nuevo mundo que estaba oculto en la memoria, como la foto de arriba.
Acabo de armar una página con cuarenta de esas fotos, llamada Desde el tren. Algunas son las mismas que aparecieron aquí, otras son nuevas. En todos los casos se las puede ver más grandes (640 pixels por 480, en vez de los 320 por 240 con que las mostré antes).
¡El paseo empieza ahora!
[28/4/2003]
Son cuadras que ya no veo. Estuve allá. Ahora estoy acá. Debí pasar por esas cuadras, pero lo hice tantas veces que no las recuerdo.
Tampoco recuerdo las horas. Antes fue cierta hora de la mañana. Ahora es cierta hora de la tarde. El tiempo intermedio debió transcurrir, pero (casi) no quedan rastros.
Y en este preciso momento no tengo ganas de pensar en los años.
[25/4/2003]
El bar está en silencio hasta que se oyen unos pasos terribles desde el piso de arriba. Es una mujer de pantalón y saco marrones, que empieza a bajar la escalera de madera calzada con unos zuecos estruendosos. Suena como el carcelero que te viene a buscar para la silla eléctrica.
[25/4/2003]
“The idea of a variable speed of light, championed by an angry young scientist, could one day topple Einstein’s theory of relativity”, by Paul Davies.
Ese link está roto. Acá va otro. No sé qué se piensa diez años más tarde de este tema.
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