[25/4/2003]
Por Gabriel.
[25/4/2003]
Por Gabriel.
[25/4/2003]
Por Gabriel (click para agrandar).
[24/4/2003]
John Hiler es el autor de Microcontent News, un weblog que se hizo célebre a principios de 2002 con varios artículos inteligentes y bien escritos sobre el mundo de los weblogs, el periodismo, la dinámica de la red y la relación entre todas esas cosas. Sin olvidarse de Google, pasión de multitudes.
El último de los artículos, The Network Is The Computer, está fechado el 22 de diciembre de 2002.
John Hiler también es el dueño de WebCrimson, un sitio que ofrece herramientas para hacer weblogs, cuya característica más destacable es un editor de contenidos con muchas más opciones de formateo automáticas que los habituales bold, italic, url de Blogger o Movable Type.
En la página inicial de WebCrimson se pueden leer las WebCrimson News: la última entrada es del 30 de setiembre de 2002.
Eso no es todo. A principios de diciembre, tras un tiempo de desarrollo profusamente documentado en Microcontent News, John Hiler lanzó con bombos y platillos CityBlogs, una idea que despertó entusiasmo en muchas partes: un weblog con intenciones comerciales dedicado a cubrir eventos culturales en una ciudad. Empezó con Nueva York y con tres secciones: cinema, book readings, talks.
La última entrada en CityBlogs New York es del 17 de diciembre de 2002.
Busco “John Hiler” en Google y hay 9.110 resultados (aunque no todos se refieren al mismo John Hiler). La gente tiene links a sus sitios, habla de lo que escribió, comenta sus proyectos. Todo en presente, todo ahora, todo escrito el año pasado. Hay quien lo tiene en su lista de lecturas diarias (me pregunto si no se aburre de leer todos los días lo mismo). Hasta el 22 de diciembre, John Hiler hacía de todo, daba de qué hablar, era mencionado, criticado, aplaudido, tenido en cuenta. Al día siguiente desapareció. Por decirlo de alguna manera, no veo nada que empiece así: “el 23 de diciembre, tras su última aparición pública, John Hiler…”
En junio de 2002, como explicó en este post de octubre, había sufrido un asalto, con pelea incluida, que le trajo algunos problemas neurológicos. Pero se estaba recuperando bien, y parecía tener una energía a toda prueba.
Ahora estamos a fines de abril, cuatro meses después de la última señal que este tipo dejó en la Web. Y quiero saber qué pasó con John Hiler.
Diez años después todos los links están rotos, o llevan a cosas que no son lo que eran. Salvo tal vez CityBlogs, que sin ser lo que describí ofrece cosas semejantes.
De John Hiler ni noticias. Pero hay muchos otros John Hilers en Google estos días.
[22/4/2003]
No es que no tenga nada que hacer, sino que no tengo ganas de hacerlo.
¿A qué estupidez cósmica puedo dedicar los próximos minutos? Veamos, por ejemplo, qué pasa buscando “a” en Google. Algo más estúpido que eso es difícil de hacer. Pero el resultado no es tan estúpido: aproximadamente 2.150.000.000 páginas incluyen “a”. Digamos que llama un poco la atención encontrarse de pronto con tantas páginas, que no sólo existen sino que están en la base de datos de Google.
¿Y si agrego otra “a”? ¿Si busco “aa“? La cosa se pone un poquito interesante: hay aproximadamente 12.500.000 resultados.
Ahora no me para nada, y a Google tampoco. Mejor hago una tabla:
Cantidad de aes | Resultados en Google |
3 | 4.260.000 |
4 | 909.000 |
5 | 226.000 |
6 | 134.000 |
7 | 62.200 |
8 | 182.000 |
9 | 31.500 |
10 | 81.200 |
11 | 25.400 |
Con once aes hay algo casi tierno. Google pregunta: “¿Quiso decir aaaaaaaaaaaa?” Es que doce aes dan 53.800 resultados, más del doble que once.
El mundo es más raro, o más estúpido, de lo que uno cree. Avancemos rápido, que esto se pone pesado:
Cantidad de aes | Resultados en Google |
29 | 1.890 |
37 | 1.250 |
53 | 848 |
66 | 909 |
87 | 96 |
100 | 342 |
A esta altura los listados de Google tienen un aspecto gracioso (o triste, según como se mire). Vale la pena ver el de las primeras diez páginas con 100 aes consecutivas.
Ahora voy por más: pongo 200 aes. Oh, no. Google dice que esa palabra es demasiado larga. ¡Están coartando la libertad de investigación!
Esto me desanima. No quiero seguir. Tengo hambre. Alguien, en algún universo paralelo igual de estúpido se ocupará de la letra b. Creo.
¿Y diez años después? Va la tabla (confieso que con resultados del 9 de mayo de 2013; me atrasé con MW+X):
Cantidad de aes | Resultados en Google |
1 | 25.270.000.000 |
2 | 6.490.000.000 |
3 | 1.950.000.000 |
4 | 71.500.000 |
5 | 53.400.000 |
6 | 22.400.000 |
7 | 7.860.000 |
8 | 30.100.000 |
9 | 205.000.000 |
10 | 51.300.000 |
11 | 342.000.000 |
29 | 1.180.000 |
37 | 173.000 |
53 | 50.000 |
66 | 27.200 |
87 | 10.900 |
100 | 34.300 |
Doscientas aes seguidas siguen siendo una palabra demasiado larga para Google.
Más allá de la obviedad de que hay muchísimas más páginas que hace diez años, hay algo incomprensible en los resultados. ¿Por qué hay tantas páginas con 9 y 11 aes, en relación con los números vecinos? No es un error, los volví a comprobar. ¿Son números mágicos de alguna clase? ¿Le gustan a Google? ¿Se corresponden con algún bucle del sistema nervioso que lleva a dejar de golpetear la tecla “a” tras nueve u once choques? ¿Por qué pasa esto en 2013 y no pasaba en 2003?
(Al margen: mirar allá abajo el comentario de “ciego” de junio de 2005, por ahora último de la lista. Gran conclusión.)
[22/4/203]
De todas las cosas que existen en mi vida, esta es la que veo con más frecuencia ultimamente:
Otro aspecto sobresaliente de mi existencia se puede apreciar en la imagen compuesta que sigue (digo compuesta porque no entraba todo en una sola captura de pantalla, y tuve que hacer un poco de pegado en Photoshop). Vale la pena ver que recién son las nueve y media de la mañana, y todo este spam llegó hoy:
(Tuve que reducir un poco la imagen, porque el original de 518 pixels de ancho hacía desaparecer la columna de la izquierda. Por eso no se lee tan bien. Claro, todavía me pregunto qué función cumple esa columna, que yo mismo puse ahí, pero esa duda tiene a esta altura un nivel tan metafísico que no puedo afrontarla sin aviso previo y sólo porque recibí otra parva de errores 226 y una dosis casi fatal de spam.)
(Fe de erratas de las cinco de la tarde, el mismo día: ahí arriba, donde dice “columna de la izquierda”, debería decir “columna de la derecha”. O “de la otra izquierda”, si uno prefiere. ¿Será que el error 226 afecta la lateralidad?)
[22/4/2003]
La sostiene el celular, mientras camina por la calle de Tribunales. Lleva la oreja colgada del aparato, la mano firme aferrada a la carcasa de plástico, mientras un hilo invisible de tecnología de punta le dice dónde ir.
Alrededor, los que no tienen celular se van cayendo de a poco. Primero se nota en la ropa: los hombres pierden la corbata, mientras la camisa se les convierte en remera y el saco en pulóver. Las mujeres pierden el trajecito sastre, que se hace pollera y blusa negras, manchadas del polvo que resbala de los edificios. Después se ve en la posición de la cabeza, que ya no logran mantener en alto, y de la espalda, que se les va encorvando como si quisiera ayudar a las manos a escarbar en los tachos de basura. También se ve en el paso, que se hace más lento, más pesado, porque no hay una comunicación urgente que los apure, porque nada tira de ellos más que hacia atrás.
Yo que tengo celular puedo decirlo: si me faltara empezaría a caer como ellos, no es culpa del que cae, es culpa de esa ausencia de plástico y circuitos complejos. El próximo gobierno debería repartir celulares gratuitos, y debería poner oficinas especiales desde donde llamen periódicamente a todos aquellos a quienes de otro modo nadie llamaría. Así tendríamos un porvenir de espaldas rectas y frentes erguidas, y sobre todo de orejas ocupadas en recibir susurros a través de la red de fotones que vibran en frecuencias distantes del espectro visible.
Ahora que he logrado este brillante diagnóstico, puedo dedicar el resto del día a otras cosas que me requieren con urgencia.
Por ejemplo, tengo que pensar en la contadora y en la inminente declaración de ganancias. Le debo dinero a la contadora, desde hace un año o algo así, desde la declaración anterior. Tengo que pagarle. Y tengo que encargarle la nueva declaración, que consistirá en un jugo destilado de los papelitos de colores que tengo en una carpeta, o que creo que tengo, porque tal vez se hayan convertido en otra cosa durante estos tiempos de arañas tejiendo telas a mis espaldas.
Es que no quiero caerme de esa otra red que me sostiene, de ese hilo de declaraciones juradas que desde la AFIP me sostiene y defiende mi condición humana. La caída, ese es el principal temor que tenemos en esta época, la caída, como en esas pesadillas con precipicio o rascacielos o puente, cuando uno se despierta a cien kilómetros por hora en la cama, sudando a pesar del viento frío que viene de abajo. La caída al infierno sin fondo que parece tan distante pero que está ahí nomás, al otro lado de los expedientes de la AFIP, al otro lado de un celular roto o una cuenta impaga.
No me vengan hoy con gente, justo hoy que estoy tan ocupado en sostenerme.
[20/4/2003]
Parar un momento, avanzar, parar, detenerse por completo, tomar aliento, perderlo, darse tiempo para un poco de depresión, represión, introspección, desolación, prepararse para situaciones no deseadas, desearse en situaciones no preparadas, darse vuelta de arriba abajo, de adentro afuera, tener más sueño que sueños, proponerse una vez más cambiar y seguir así como siempre.
[19/4/2003]
Entre 1978 y 1980 tuve una sección en la revista Expreso Imaginario que se llamaba “Correo de Imaginaria”. Era una página con textos de ficción breves, donde Imaginaria era una región… bueno, imaginaria.
Con el tiempo (las décadas, digamos) me fui dando cuenta de que en realidad se trataba de escritos para chicos, aunque no fuera consciente de eso al escribirlos. Así, en 1999, cuando Roberto Sotelo y yo buscábamos un nombre para el website sobre literatura infantil que estábamos planeando, Imaginaria fue una opción bastante natural.
Ahora acabo de encontrar la carpeta donde guardaba los originales de aquella sección, incluyendo algunos que quedaron inéditos. Estoy pensando en digitalizarlos y ponerlos en la Web, aunque tengo problemas de tiempo y energía para hacerlo. Pero aquí va un comienzo, uno de los textos publicados en la primera entrega de Correo de Imaginaria (Expreso Imaginario N° 27, octubre de 1978):
La torre de hacer ruido
En Imaginaria hay una torre que se llama La Torre de Hacer Ruido. A ciertas horas del día los imaginarianos pueden subirse a la torre y hacer todo el ruido que se les ocurra.
Para eso la torre cuenta con muy buen equipo: bocinas, motores, platillos, máquinas enormes que no hacen nada más que un ruido descomunal. Allí los imaginarianos tienen planchas de acero, martillos, tambores, yunques, trompetas, máquinas estampadoras, sala de gritar, sirenas y pulidoras. También pueden llevar su propio equipo, si lo tienen, o sugerir nuevas ideas para hacer ruido en un libro que hay en la planta baja.
Sin embargo, no hay ninguna ciencia que estudie el ruido ni cómo mejorarlo. Por lo general, los imaginarianos están bastante conformes con el ruido que ya consiguen hacer, y no quieren saber nada con progresos técnicos o científicos que sólo servirían para aumentar sus necesidades.
Por supuesto, la torre es tan alta que desde la ciudad no se oye nada. Y nadie hace preguntas cuando un imaginariano entra con un paquete a la espalda, toma el ascensor y sube más allá de las nubes.
[19/4/2003]
Uno de los mejores avisos que jamás se hayan hecho.
Claro, por entonces no existía YouTube. Ni se habían hecho cantidades de videos con máquinas de Rube Goldberg. Igual, sigue siendo excelente (por ejemplo, el momento en que los limpiaparabrisas se ponen a caminar por el piso me hizo reír en voz alta). Acá va:
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=_ve4M4UsJQo]
[17/4/2003]
“Tu imaginación” es una canción que escribí en 1982. Por entonces tenía un dúo con Cecilia Gauna, cantante y amiga, y cada tanto dábamos un recital. El 14 de octubre de 1983 estuvimos en el Teatro Santamaría, y fue la última vez que nos presentamos en público. De ese día viene esta grabación, que estuvo casi veinte años viajando en un cassette.
Participamos: Cecilia Gauna, canto y metalofón; Sergio Moldavsky, guitarra (la de los armónicos, que aparece hacia el final); y yo, guitarra (la que se oye desde el principio). El técnico de sonido fue Lito Vitale, que también se ocupó de grabar el cassette. (Por entonces los Vitale administraban el Teatro Santamaría. Fueron ellos quienes nos invitaron a actuar ese día.)
Finalmente, entonces, me decido a mostrar aquí algo de la música que hice años atrás. La calidad del audio no es perfecta, pero se oye bastante bien.
(Una anécdota que no puedo dejar de contar. En 1990 Página/12 preguntó a una gran variedad de músicos cuál era la mejor canción argentina de los años ’80. Leo Maslíah contestó “Tu imaginación, de Eduardo Gimenez”. Y lo dijo en serio. Semejante elogio todavía me pone la piel de gallina.)
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