Etiqueta: MW+X

Golpeteando

[2/2/2003]

Siempre estoy golpeteando con los dedos en la mesa, en las piernas, en la silla. Sale algún ritmo que me parece atractivo y lo repito, lo repito, lo repito. Un minuto después empiezo con otro ritmo. Y más tarde otro. Soy experto en los matices que se les puede extraer a los muebles del living. A veces fantaseo con tener un buen grabador digital, portátil, para registrar algunos de esos golpeteos, los que en el momento parecen inspirados. La obsesión me vale miradas molestas en más de un lugar, sobre todo en mi propia casa. Y es el signo más visible de una vocación frustrada: ser percusionista, baterista incluso, vivir haciendo los mismo pero de un modo socialmente aceptado y, tal vez, económicamente viable. Pero ya estoy aprendiendo a convivir con eso; como un signo de vejez, la preocupación que asoma ahora es que, a pesar de todo ese ejercicio, no adelgazo.

Permiso

[1/2/2003]

Cuando era chico no me dejaban rascar las picaduras de mosquitos. Recién ahora, tras muchos años de vida adulta, se me ocurre que puedo violar la prohibición y disfrutar de una buena vez ese gigantesco placer.

[1/2/2013]

(Sin saber que venía este post de la Mágica Web, hace unos días escribí lo que sigue.)

Desde el domingo tengo una picadura de mosquito en la parte inferior de la palma de la mano izquierda, en esa zona donde arranca la serie de huesos que acaba formando el pulgar. Me pica. Me rasco.

Cuando era chico, mi vieja me tenía prohibido rascarme las picaduras. Si me rascaba me iba a lastimar. Era peor rascarse.

Un día, en la pileta del club Don Bosco, estaba con dos compañeros de la escuela, Marcelo y D’Aquino (eran pocos los que tenían el honor de ser conocidos por sus nombres de pila). D’Aquino estaba cubierto de picaduras de mosquito convertidas en manchas lastimadas. Se rascaba.

—¿A vos te dejan rascarte las picaduras? —pregunté.

D’Aquino me miró sin entender. ¿Cómo? ¿Que tengan que dejarte que te rasques, o no dejarte? ¿A quién se le ocurre no dejarte que te rasques?

Era una buena oportunidad para empezar a darme cuenta de que las limitaciones impuestas por mi vieja no eran necesariamente lógicas o sanas. Pero no, me quedé pensando que a D’Aquino no lo cuidaban bien, o que en el mundo había gente verdaderamente extraña.

Pobre D’Aquino, él y sus picaduras rascadas. Yo me rascaba alrededor de las picaduras, cerca pero no justo en el lugar, para no lastimarme. Todavía lo hago, a veces, hasta que me doy cuenta.

Esta picadura que tengo desde el domingo me la rasco. Molesta en ese lugar. Tengo otra en el dorso de la mano derecha, en la base del dedo mayor, pero esa no pica, o pica poco. Sospecho que la del pulgar (o esa zona que ya es pulgar si uno piensa en el esqueleto, pero no tanto mirándose la mano), que la del pulgar jode más porque está mucho tiempo sobre la fuente de calor de la notebook, y el calor empeora estas cosas (más que rascarse, tal vez).

(Sí, escribo muchas cosas sueltas, pero ahora no las publico en un blog como hacía en los comienzos de la Mágica Web. Bueno, publico alguna, como esta vez, pero nada sistemático ni predeterminado, solo cuando me vienen ganas.)

L de Gabriel

[1/2/2003]

Explosión

[1/2/2003]

Hasta hace dos años vivíamos a media cuadra de Aráoz y Santa Fe, en el barrio de Palermo. Resulta que ayer hubo una explosión en la estación de servicio de la esquina. La misma a la que tantas veces fui para comprar leche o papel higiénico en horas absurdas, pasando por la clínica deshabitada donde ahora hay un estacionamiento. Y pasando también frente a esa galería donde el portero había sido un vecino de mi propio edificio al que le habían rematado el departamento por deber siglos de expensas. Ocho heridos, ningún muerto, ambulancias eficientes, gente en estado de pánico, Shell prometiendo explicaciones.

La crónica de Clarín me puso los pelos de punta. Habla de la panadería de al lado, la que está pintada de rosa, donde a veces iba a comprar unas pizzas chicas muy ricas y baratas, mientras que las medialunas no eran tan buenas: una empleada se tiró bajo el mostrador por creer que estaban bombardeando; una clienta desparramó sus facturas y se echó a correr. También habla de la juguetería, que está enfrente de la estación, cruzando Aráoz: se quedaron sin vidrios, justo ahí donde me entretenía mirando las bonitas cajas de rompecabezas de cinco mil piezas, donde Gabriel aprendía a caminar gracias a que un metro más allá se veía un juguete más prometedor, y luego otro y otro. Menciona un local de alquiler de videos: es el pequeño Blockbuster de al lado de la juguetería; pero esos que se frían.

Recuerdos y destrucción al mismo tiempo. Qué paradoja con efecto profundo para esta mañana lluviosa de sábado.

Marilyn

[1/2/2003]

Esa chica de diecinueve años, bien a la moda, vio por primera vez una foto de Marilyn Monroe de cuerpo entero. Levantó la cara de golpe, ojos redondos de auténtica sorpresa, y dijo:

—¡Pero era un chanchito!

Universos paralelos

[1/2/2003]

Se descubrió: Clarín y La Nación existen en universos paralelos, donde cubren eventos diferentes pero que tienen lugar el mismo día, a a la misma hora y en el mismo lugar.

En La Nación: “En medio de un clima de fiesta y pese al calor agobiante, unas 250.000 personas -según estimaciones de la Policía Federal- se reunieron ayer…”

En Clarín: “Anoche, frente al escenario montado a espaldas del Monumento a los Españoles —en las avenidas del Libertador y Sarmiento—, había más de 50.000 personas, según datos policiales.”

(Página/12 confirma el dato de La Nación con respecto al meeting del evangelista Luis Palau. Para mi gusto, debo decir, fueron cincuenta mil o doscientas cincuenta mil personas de más, pero no es ese el motivo de este post.)

[1/2/2013]

¿Quién hubiera creído que el link de Clarín iba a seguir andando? Pues anda. No así el de La Nación: ahora el artículo está acá. Ni el de Página, que se mudó acá.

Febrero

[1/2/2003]

Febrero, orfebre febril.

Deterioro

[31/1/2003]

Estoy perdiendo la memoria. Y no sólo eso.

Cada acción que emprendo se ve interumpida por un obstáculo, un error, algo que funciona mal.

El sistema, que todo lo controla, me rechaza y me deja afuera.

Quiero volver atrás, rectificarme, revisar mis últimas decisiones, pero no puedo.

Algo que ayer parecía sencillo, rápido, automático, hoy lleva tiempo y esfuerzo.

Miro hacia abajo y sólo encuentro una franja gris, sin rasgos.

No puedo seguir así. Tengo que reinstalar Windows.

Onda verde

[31/1/2003]

El taxista aceleraba todo lo posible, esa noche en que la avenida Córdoba estaba vacía. Al acercarse a una esquina, con el semáforo todavía en rojo, frenaba con ganas y me obligaba a agarrarme del asiento delantero para no irme de trompa. Esperaba un par de segundos, y en cuanto el semáforo empezaba a cambiar aceleraba otra vez al máximo, para repetir el ritual en la esquina siguiente. Así esquina tras esquina.

—Qué mal anda la onda verde —me dijo durante uno de esos ciclos, enojado, girando la cabeza hacia mí—. Los semáforos te ven venir y no reaccionan.

Chiste

[30/1/2003]

Estaba por anotar acá un mal chiste del que me reí solo durante un rato, pero pensé que la escena era irrepetible, que nadie más se iba a reír solo durante un rato de ese mismo mal chiste, y entonces no valía la pena.