[2/2/2003]
Siempre estoy golpeteando con los dedos en la mesa, en las piernas, en la silla. Sale algún ritmo que me parece atractivo y lo repito, lo repito, lo repito. Un minuto después empiezo con otro ritmo. Y más tarde otro. Soy experto en los matices que se les puede extraer a los muebles del living. A veces fantaseo con tener un buen grabador digital, portátil, para registrar algunos de esos golpeteos, los que en el momento parecen inspirados. La obsesión me vale miradas molestas en más de un lugar, sobre todo en mi propia casa. Y es el signo más visible de una vocación frustrada: ser percusionista, baterista incluso, vivir haciendo los mismo pero de un modo socialmente aceptado y, tal vez, económicamente viable. Pero ya estoy aprendiendo a convivir con eso; como un signo de vejez, la preocupación que asoma ahora es que, a pesar de todo ese ejercicio, no adelgazo.