Mes: agosto 2002

El monstruo

[21/8/2002]

El monstruo que duerme abajo de mi cama tiene la costumbre de roncar. A veces, cuando lo pincho con una varilla de metal para que se calle, reacciona con un zarpazo o un mordisco. Pero en general se limita a gruñir y darse vuelta, para seguir roncando un minuto más tarde.

Despertar

[21/8/2002]

Estaba remando de regreso cuando me empecé a despertar. Primero desaparecieron los remos. Luego la sensación de movimiento. Por último, el bote. Abrí los ojos justo antes de caerme al agua.

Dientes

[21/8/2002]

Cuando a un chico se le cae un diente viene el Ratón Pérez y le deja algo de plata. En cambio, cuando a un adulto se le cae un diente (y en esto nos pusimos de acuerdo Marcial Souto y yo, hace un rato, hablando por teléfono), viene una rata gris amarronada, recién salida de las cloacas, y le deja una horrible factura del dentista.

Hablan

[21/8/2002]

Hablan. El bebé llora. Él y ella hablan. Y el bebé llora. Siguen hablando, los dos, frente a frente en la mesa del bar, mientras el bebé llora con suavidad en el cochecito, un poco más cerca de ella que de él pero lejos de ambos. No dejan de hablar, ni él ni ella. No deja de llorar, el bebé. Hablan un poco más, otro poco más. Llora un poco más, otro poco más. Qué otra cosa tienen por delante más que hablar. Qué otra cosa tiene por delante más que llorar. Ya casi estamos en septiembre.

Más de seis meses

[20/8/2002]

Hace más de seis meses que empecé este weblog. Ya no cumplo con aquella especie de compromiso, que asumí conmigo mismo al comienzo, de agregar algo todos los días. Pero es cada vez más fuerte la sensación de que sin el weblog me faltaría algo importante, muy difícil de explicar.

El viejo ciego

[20/8/2012]

Todos los días, a eso de las nueve de la mañana, el viejo ciego caminaba lentamente hasta el final de la pared, en la esquina, donde el bastón llegaba a asomarse al vacío. Nunca iba más allá. Se quedaba unos minutos parado, negando con la cabeza, y entonces daba media vuelta y desandaba sus pasos.

Yo miraba todo desde el kiosco de enfrente, esperando que otras personas, con mejores ojos que el viejo ciego, se dejaran tentar por los colores de las golosinas.

Una vez, mientras el viejo le decía que no al agujero sin forma que tenía delante, salté de mi silla sin pensarlo y me acerqué a él.

—Buenos días —le dije—. ¿Quiere cruzar la calle?

La cara se le iluminó. Giró la cabeza hasta mirar en una dirección que quedaba a treinta grados de mí, como suelen hacer los ciegos, y dijo:

—Si, hijo, sí.

Tanteando un poco logró tomarme el brazo, y ahí fuimos, primero a bajar el cordón, luego a recorrer el asfalto, por último a subir el otro cordón.

—Muchas gracias —dijo el viejo.

No respondí. Me soltó el brazo y se fue en busca de la otra pared, en ese nuevo mundo que empezó a explorar de inmediato.

Volví al kiosco, justo a tiempo para recibir el llamado telefónico. Las noticias me obligaron a cerrar el kiosco lo más rápido posible y, en pocos minutos, salir corriendo en dirección contraria a la que había seguido el viejo ciego. Unas horas más tarde estaba en un avión, viajando a otro continente.

Yo, después de varios años, sigo sin haber regresado. El viejo, no lo sé.

Sigue caminando

[19/8/2002]

La semana pasada escribí una lista de frases que empezaban “Camina como“. Jorge Varlotta la continúa con una serie de hallazgos:

Camina como cruzando un arroyo por las piedras.
Camina como publicitando un shampú.
Camina como si fuera cuesta abajo.
Camina como si fuera cuesta arriba.
Camina como si fuera contra el viento.
Camina como por un piso recién lavado.
Camina como una mujer embarazada.
Camina como tratando de no mojarse el pelo en la ducha.
Camina como si tratara de limpiarse la suela de los zapatos.
Camina como en un desfile militar.
Camina como si llevara una valija en cada mano.
Camina como si buscara un taxi libre.
Camina como si usara un traje de buzo.
Camina como si tuviera que atajar un penal.
Camina como si tuviera una piedrita en los zapatos.
Camina como por un camino embarrado.
Camina como si no recordara bien adónde va.
Camina como por entre unos rieles de ferrocarril.
Este es un poco anticuado: Camina como si llevara un diploma de la Pitman.

Tristeza y misterio

[14/8/2002]

La tristeza por la muerte de alguien que uno ha conocido se hace peor con el misterio de tantas otras personas sobre las que uno no tiene más noticias.

El libro que ríe

[14/8/2002]

[14/8/2012]

Unos años después usé esta imagen y su título para una colección de textos que armé en PDF y puse para bajar en la Mágica Web. Lo presenté así:

A veces, cuando me pongo a escribir, se interpone una especie de veta humorística que no siempre entiendo, y que (admito) los demás entienden todavía menos. El resultado va del chiste tonto al acertijo, de la noticia falsa al relato absurdo, pasando por los dichos memorables de un chico (mi hijo) y ciertos momentos de la vida que de otro modo más valdría olvidar. Esta colección de textos apunta en esa dirección, aunque no siempre dé en el blanco.

Árbol

[14/8/2002]