Desde el piso veintitrés el río se ve peligroso. Un velero recorre el horizonte. Suenan pasos en la alfombra gastada y me doy vuelta.
—¿Qué hacés acá? —me pregunta.
—Vengo a verte —contesto.
—¿A mí o al río?
—A los dos.
—Tal vez el río sea más interesante.
—Otra vez con esos juegos. Hacen falta tres ríos como este para…
—No me cargues, por favor.
Se sienta frente al escritorio, dándome la espalda. Pulsa una tecla para que se encienda el monitor y escribe una clave. Vuelvo a mirar el río. Existe una frase perfecta, una respuesta que acaba con todos los trastornos, pero en este preciso momento no se me ocurre.
a mi se me ocurre muchas veces, pero casi siempre cuando ya no viene a CUENTO, cuando me releo. y en algunas, en unas pocas, se puede cambiar el pasado a traves de la memoria:
los poderes de la mente, de la cabeza… bueeeeno, de la cabezoneria.
… Si a usted no se le ocurre, que tiene el poder de la palabra. Qué pocas esperanzas nos quedan a los demás… Jajaja
Fantástico derroche de talento, de nuevo don Eduardo.
Muchas gracias.
Turista: es verdad que la frase justa llega siempre tarde.
Ike: Faltaba más. Gracias a vos por estar siempre por aquí.