Dos vueltas y media a los sesenta canales parece ser el límite de mi resistencia al zapping, cuando el dolor de cabeza se convierte en motivo de depresión, el pulgar de la mano derecha se adormece, la protagonista de un drama llega a tener los mismos ojos que una relatora de noticias, la luz del techo molesta, el reflejo de la tele en un cuadro que cuelga de la pared pasa a ser motivo de interés, me dan ganas de bajar el volumen a cero, recuerdo otros rounds con el zapping y todos se me suman en el hígado, paso un canal más y me digo éste es el último, el último de verdad, el último de los últimos, y entonces me muero.
Hace tiempo que dejé de tener tantos canales de televisión, desde que me di de baja de la televisión por satélite. Anulé la subscripción porque no los veía (apenas miro la tele en realidad), pero sobre todo porque los zappings se hacían eternos, y el tiempo vuela 😀