Peatonal en Montevideo, a las ocho de la noche. Junto a la puerta del local de Burger King cuelga un parlante del que sale una música indistinguible, más bien un ruido de máquina desesperada, un chirrido en el que se adivinan quejas de electrones que han ido por el mal camino.
Un empleado de Burger King se acerca al parlante y lo agarra para descolgarlo. En el mismo momento, el ruido cesa. Por el lado opuesto de la peatonal van dos chicas. Ambas miran hacia el empleado y el parlante, y una de ellas exclama:
—¡Qué bien!
El empleado las mira un poco sorprendido, y después se ríe. Las chicas también se ríen. Y yo, que vengo unos veinte metros más atrás, me río por primera vez en el día.