Cuando el celular termina de cargarse lo desconecto y lo enciendo. Enseguida empieza con esos ruidos desesperados con que me informa que hay un mensaje. Marco el número para escucharlo. Es una voz de hombre, una voz triste, algo cascada, que transmite desesperación en una sola palabra:
—¡Betty!
Nada más. Sin pensarlo pulso la tecla para borrar el mensaje, y me arrepiento al instante. Debí conservar ese mensaje, para escucharlo otra vez, para coleccionarlo. Quizá incluso para grabarlo, hacer un archivo de audio y ponerlo aquí.
Pero ya está. Es tarde. Otro objeto de arte se ha perdido. No es tan grave. Más grave es que en algún lugar de esta ciudad haya alguien que de Betty sólo conserva un número de celular, y además equivocado.
Buen ejemplo de lo que algunos teóricos de la literatura llaman suspensión del juicio moral. Creás un clima apropiado para determinada reacción (de pena, de impotencia) y la reacción es completamente otra. Te rehabilitás al final, con la hipótesis lapidaria sobre el (pobre?) hombre que buscaba a Betty.
Hay unos cuentos de Juan José Millas, especialmente uno donde dos hombres comparten una barra y uno de ellos se va dejandose el movil, que te recomiendo leas.
Me los has recordado.
Fantástico.
Hace unos años, en un programa de radio que no recuerdo demasiado bien y que probablemente no era muy bueno, tenían un gag recurrente en el que un supuesto oyente los llamaba convencido de que se estaba comunicando con el programa de Zulma Faiad, creo que en Radio Nacional. “Zulma, ¿sos vos?”, susurraba siempre, entre angustiado y lujurioso, y no había forma de convencerlo de su error. Este sketch siempre me resultaba muy gracioso y a la vez desolador, y con este post me hiciste revolver la memoria y recordarlo.
¡Saludos!
Leí una vez un cuento que salió publicado en un diario, pero no recuerdo quién es el autor, sobre alguien que recibía un mensaje en su contestador del tipo “fulano, por favor, volvamos juntos, perdoname”. Entonces, el que lo escuchaba, angustiado por la historia de amor incompleta, empieza a llamar a gente de la guía telefónica de su ciudad con ese nombre, que tuviera números de teléfonos parecidos al suyo y deja mensajes similares. Hasta que con el tiempo, empieza a recibirlos también, con ligeras variantes, ya que quienes los recibían a su vez hacían lo mismo. Una especie de teléfono descompuesto de la era de las comunicaciones.
Es una lástima haber perdido el dato del autor y publicación, porque era un cuentito muy simpático. Si alguien lo conoce, que chifle.
Me dolio un poco…