Mes: febrero 2005

Alan Parsons contra los fans

El sábado pasado mi mujer y yo fuimos a ver a Alan Parsons al Gran Rex. Estuvimos en la primera fila del pullman, allá arriba, con muy buena vista del escenario.

A nuestro lado había un fan en estado puro. Cuarenta y pico, tal vez cincuenta años. Cantaba todas las canciones de memoria. Tocaba la batería en el aire. Estaba entusiasmado de veras.

El público, en general, compartía el entusiasmo. Alan Parsons hacía propaganda de su website, y lo ovacionaban. Hacía propaganda de su disco más reciente, y lo ovacionaban. Volvía a mencionar el website, y…

En cierto momento del show, Alan Parsons hizo una pausa, miró fijo hacia un rincón del pullman, a una buena distancia de nosotros, y dijo algo así como: “Ahí arriba hay dos cámaras. Quiero que las apaguen.” Luego esperó, mientras nosotros, el público, queríamos más música. Un momento después insistió: “Dije que apaguen esas cámaras. Estan advertidos. (You’re warned!)”

La sala se quedó muda. Una corriente de hielo se abrió paso como una grieta en el océano de adulación. No sé si apagaron las cámaras o no, o si alguien las hizo apagar. La música empezó otra vez, pero el clima de la sala era otro.

Al rato, en mitad de un tema, nuestro fan sacó una cámara fotográfica de alguna parte y la apuntó, sin disimulo, al escenario. De inmediato apareció una mujer que estaba de guardia, se metió por delante de nosotros y le hizo guardar la cámara.

El fan dejó de tocar la batería. Dejó de cantar. En cuanto hubo un poco menos de ruido, gritó para que todos lo oyeran: “¡Policía! ¡Gordo botón!”

Durante los bises algunas personas se amontonaron en los pasillos de la platea, frente al escenario. Desde arriba, en la relativa oscuridad de la sala, era posible ver los displays de varias cámaras de fotos y de video. En varios momentos se dispararon constelaciones de flashes. Los criminales estaban tan apretujados y saltaban con tantas ganas que ningún guardia se atrevió a llegar a ellos.

Al final de todo, cuando la gente se puso de pie para aplaudir, el baterista de la banda se levantó también, apuntó una cámara al público y sacó una foto. La banda saludó. Cuando estaban a punto de retirarse, el baterista sacó otra foto.

“¡Policía! ¡Forro! ¡Gordo botón!”, insistió nuestro fan. Y en voz bien alta, a su pareja: “Si yo no les puedo sacar una foto, que se metan la cámara en el orto.”

Salimos todos en calma. Un compañero de trabajo de mi mujer, que también estuvo, comentó al día siguiente que el show no le había gustado nada. Pero no por la música, sino por la mala onda.

La pregunta del millón es: ¿qué espera lograr Alan Parsons con su actitud? Me imagino que proteger su propiedad intelectual, aunque no esté muy claro de qué.

Tal vez hubiera algún pirata en la sala, que tratara de filmar el show para después venderlo. Tal vez no. Si lo había, lo más probable es que igual haya logrado su objetivo. ¿Y qué? El bueno de Alan, el gordo botón, logró alienar a sus mejores fans. Que nadie vaya a su website. Que su disco se llene de polvo en las vidrieras brillantes de los shoppings. Quienes estábamos ahí, tras pagar 60 pesos o más por la entrada, teníamos derecho al buen trato y a que nos dejaran vivir.

¿Te roban una foto, Alan? Ay, pobrecito. ¿Te filman un video trucho, con mala calidad? Ay, qué desgracia. No sólo estás hundiendo tu propio negocio, dear Alan, además te estás arruinando la vida con la paranoia y la crispación de la industria discográfica. ¿Por qué no disfrutás del cariño de la gente? ¿Por qué no nos tratás como iguales? ¿Por qué no dejás que te llenemos los bolsillos en paz, permitiéndonos esos pequeños gustos que no sólo no te cuestan nada sino que a la larga terminan engordando, indirectamente, tu cuenta bancaria?

Así como están las cosas, no te extrañe que tu música empiece a desaparecer de los programas tipo Kazaa, pero no por la persecución, sino porque dejás de interesarle a la gente.

*

P.D.: En una entrevista publicada en Página/12, tras hablar de su participación en “The dark side of the moon”, de Pink Floyd, Alan Parsons dice: “Cuando el disco salió fue un gran empujón para mi carrera. Cambió mi futuro: si no hubiera trabajado con Pink Floyd, The Alan Parsons Project nunca habría existido. No me siento culpable por haber imitado a Pink Floyd de cuando en cuando: tenía derecho de hacerlo.” Estoy de acuerdo, claro. Pero me pregunto si nuestro querido Alan estaría dispuesto a otorgar al prójimo los derechos que tan liberalmente se atribuye a sí mismo.

Veo doble

Imagen por Eduardo Abel Gimenez

¡Mía!

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Cuando baja la marea

Cuando baja la marea, las olas dibujan paisajes en la arena.

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Foto por Eduardo Abel Gimenez

¿Puedo?

Foto por Eduardo Abel Gimenez

Colonia del Sacramento (22)

Foto por Eduardo Abel Gimenez