F 36-40

De pronto, sin saber cuándo se produce el cambio, me encuentro de un lado o del otro, y en ningún momento soy capaz de recordar cuál es mi lado verdadero, el lado del cual provengo.

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Detrás de él, el tubo neumático estornudó de un modo tan humano que lo hizo sonreír.

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Al otro lado de la calle, mi propio balcón se distinguía de los demás por la toalla color naranja: un buen motivo para no descolgarla.

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Apoyó una mano en el escritorio y se inclinó para recoger el papel con la otra, flexionando rodillas, codo y cintura del modo más armónico que pudo, sin sobrepasar los límites de la seguridad.

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Los ruidos de la calle llegaban amplificados por algún fenómeno acústico, pero sin definición, como surgidos de una máquina de hacer ruido más que de la actividad de la gente.

Author: Eduardo Abel Gimenez

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