En verano duermen de día y de la noche reptan por la jungla amazónica, con la boca abierta, sin pasar dos veces por el mismo sitio. En invierno duermen de noche y durante el día se levantan sobre las patas traseras y deambulan sin parar a través de los bosques nevados. No salen en las fotos, pero quien ha sentido en el hombro el toque suave de sus zarpas jamás podrá olvidar. Son casi ciegos, casi sordos, casi mudos. Tienen un hocico largo y delgado, que mantienen a la altura exacta del horizonte. Su alimento favorito es una hormiga dorada que vive a diez mil kilómetros de distancia: hace millones de años que ambas especies no se encuentran.