Al señor Jazmínez lo seguían por la calle, ida y vuelta. Miraba hacia atrás y ahí estaban, las narices pegadas a su ropa. Miraba hacia adelante y ahí iban más, caminando en retroceso como malos boxeadores.
En el colectivo se sentaban dos o tres en el mismo asiento que él. Pero si había mucha gente, del otro lado del pasillo abrían las ventanillas aunque fuera invierno.
En la oficina le habían puesto un escritorio pegado a la puerta del baño, y casi siempre dejaban la puerta abierta. Se sentaba entre una maceta donde no quedaban plantas y un paragüero casi siempre lleno con los restos de cuervo olvidados por otros.
De noche, ya en casa, el señor Jazmínez se ponía el pijama y se iba a dormir, muy derecho y quietito en el florero del living.
no sabía que hubieras publicado. Yo también escribo algo. Algunos de mis poemas aparecen en el blog o en “andreabernalvaux.blogspot.com” o http://www.volveraviena.blogspot.com
tu blog es muy bueno, un saludo!
Cuando leo este tipo de cuentos tuyos, no me es tan dificil imaginar de dónde le salió a Gabriel ser así como es 🙂
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