Música para un post del 20 de enero de 2004.
(20 de marzo de 2007: nueva mezcla. Agrego la letra, cortada en “versos”.)
Los dos hombres están de pie, frente a frente.
El de la izquierda habla sin parar,
mientras mueve las manos como para dar más sentido a lo que dice.
El de la derecha escucha con atención,
pero no mira las manos sino los ojos del que habla,
y a veces la boca.
De vez en cuando asiente con un movimiento débil de la cabeza.
Una serpiente muy larga y muy delgada,
de color gris verdoso,
asoma de la nariz del hombre que escucha y se estira por el aire
hasta entrar en la oreja derecha del hombre que habla.
Ninguno de los dos parece darse cuenta de esa cuerda viviente
que cuelga entre ellos y los une,
y que poco a poco sigue fluyendo dentro de la oreja del que habla
hasta que la cola se suelta de la nariz del que escucha
y se agita mientras sube y sube y sube.
A todo esto, el hombre que habla se ha ido poniendo pálido,
y ha empezado a perder el control de las palabras.
Cuando la cola de la serpiente desaparece dentro de la oreja,
el hombre que habla baja las manos y se calla.
Un segundo después cae el suelo.
Su cadáver se deshace en una montaña de cenizas.
Pero ha quedado una silueta,
un fantasma,
un recuerdo del hombre que hablaba
que aún sigue de pie,
y que poco a poco levanta las manos otra vez y retoma el discurso.
En tanto, mientras vuelve a asentir con la cabeza,
el hombre que escucha saca un escobillón
que tenía medio oculto a sus espaldas
y barre las cenizas del piso.