“Pero a veces también aparecen libros, apenas visibles, como para pasar inadvertidos entre los demás libros. Libros así, como casi nada. Libros que, a no ser que una amiga te los obsequie como regalo de pre-cumpleaños, ni siquiera te permiten escribir esta columna. Justo hablo de uno de esos libros. Libros que no lees, sino que te suceden. Libros que no pasan, sino que se quedan. Libros en los que te sumerges y no sales sin que te mojen.”
Mes: junio 2011
No solo pasa con las películas. Acá van dos casos de libros con el título cambiado:
Philip K. Dick, Planetas morales. Título original: The man who japed. Ediciones Cenit, Barcelona, 1960.
Tampoco pasa solo con las traducciones:
Kurt Vonnegut, Utopia 14. Bantam Books, New York, 1954.
Como se ve, en la tapa se aclara: “Published as PLAYER PIANO by Charles Scribner’s Sons”. Casi como si Player piano hubiera sido un título falso, o provisorio, hasta que la novela logró finalmente su título “bueno”.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Ray Bradbury, El lago y otros cuentos. Editorial Pomaire, Barcelona, 1965. (Click para agrandar.)
En agosto de 1971 yo tenía diecisiete años y estaba maravillado con Ray Bradbury. Había leído Crónicas marcianas, El hombre ilustrado, Fahrenheit 451, y probablemente Las doradas manzanas del sol y Remedio para melancólicos. Todo en las ediciones de Minotauro, cuidadas, bien traducidas, respetuosas del autor y del lector. Me encontré con este libro y lo compré entusiasmado. ¡Otra colección de cuentos de Ray Bradbury!
En la contratapa no decía nada, pero como era una edición fina, de tapa dura, con sobrecubierta, había solapa. Seguramente la leí antes de comprar el libro (click para agrandar):
Llegué a casa y me puse a leer. Si confiaba en algo, era en los libros. Si algo no me podía fallar, era un libro. Había pasado y seguiría pasando por ediciones entre malas y espantosas de mi escritores favoritos, las de colecciones como Cenit, Nebulae y otras. Pero les creía a todas. Hasta que recorrí el libro recién comprado y encontré el índice.
El índice no está adelante, a la vista, por supuesto que no. En este libro el índice está atrás, en lo que sería la página 173 si estuviera numerada. Y es así (click para agrandar):
¿Pero cómo? ¿Un cuento de Bradbury, de apenas diez páginas, y después Robert Bloch, Theorore Sturgeon, Edmond Hamilton…? Sí, Sturgeon también me gustaba mucho. Henry Kuttner, que está al final, me gustaba un poco. A los demás no se si los conocía (seguro que conocía a Hamilton, pero no me entusiasmaba). Pero nada de eso era importante. Yo había comprado un libro de cuentos de Ray Bradbury, pero lo que venía era otra cosa. Me sentí profundamente estafado. Leí el libro, porque leía todo lo que compraba. Lo conservé. Pero este libro era basura de la peor calaña, era un engaño malintencionado.
Claro, después que uno ya se enteró, resulta que la solapa no dice en ninguna parte que todos los cuentos sean de Ray Bradbury. Lo que dice es que Bradbury “encabeza esta selección de cuentos”. Pero también se cuida de decir que hay otros autores. La solapa revolotea en torno de la mentira, sin deletrearla y sin desenmascararla.
Impresiona cómo ciertas cosas de adolescencia se quedan con uno para toda la vida. En este caso, lo que me acompaña cuarenta años después es la sensación de asco, rabia, impotencia, que todavía me da cuanto miro este libro.
(Buscándolo en la Web acabo de ver que hay una edición posterior, de Javier Vergara, 1977. La tapa, si cabe, todavía es más engañosa. Tercera Fundación tiene una ficha completa.)
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
August Derleth, The mask of Cthulhu. Beagle Books, New York, 1971. (Click para agrandar.)
La tapa se destaca por la variación “horrorífica” sobre la litografía de M. C. Escher:
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).
Manual del alumno bonaerense. Tercer grado. Primera edición, segunda tirada. Editorial Kapelusz, Buenos Aires, noviembre de 1962. (Click para agrandar.)
Este fue mi manual de tercer grado. Lo usé tanto que ahora, al hojearlo después de varias décadas, todavía me acuerdo de muchas de las imágenes. A vuelo de pájaro, sorprende la dignidad general del libro. Están las grandes dosis de patriotismo exagerado y simplificado, la omisión cuidadosa de genitales en la parte sobre anatomía, el envejecimiento irremediable de muchos temas. Pero otras cosas, muchas, siguen estando bien, o al menos no despiertan nada peor que comprensión por lo que se pensaba en la época.
Es raro el ordenamiento de temas, que seguramente tendrá que ver con el programa de estudios. Se puede ver en la primera página del índice, con la alternancia de “El Virreinato” con “El trabajo” y “Manuel Belgrano” con “El suelo” (click para agrandar):
Por supuesto, hay cosas graciosas. A veces con intención, a veces porque (creo) hoy no las haríamos así. La que sigue cumple ambas condiciones (click para agrandar):
En general, un reencuentro más placentero de lo que hubiera creído.
Por Eduardo Abel Gimenez. Publicado en Ximenez (ximenez2.blogspot.com).