Buenos Aires, ciudad secreta. Germinal Nogués. Segunda edición corregida. Ruy Díaz – Sudamericana, Buenos Aires, 1996. (17 fotos.)
Un libro de mi padre, que lo cargó de recortes como era su costumbre.
De la biblioteca de Bárbara Couto: El principito. Antoine de Saint-Exupéry. Traducción de Bonifacio del Carril. Emecé Editores. El ejemplar de bolsillo: 20º Impresión en offset (edición pocket), 10.000 ejemplares. Emecé Editores, Buenos Aires, agosto de 1989. El ejemplar de lujo: 1º Edición. Emecé Editores (Buenos Aires / México / Barcelona). Octubre de 2006. (22 fotos tomadas por Bárbara.)
Mi destartalada edición de bolsillo fue leída una y otra y otra vez durante años. Creo que la primera vez fue a eso de los doce y sinceramente he perdido la cuenta de cuántas veces lo leí después. Hubo una época en que podía recitarlo de memoria, entero.
Mi cariño era todo para el aviador, siempre sentí mucha empatía con su necesidad de caerles bien a las ‘personas mayores’, de dedicarse a una profesión seria y sobretodo, de llegado el momento, animarse a dejar todo atrás para conmoverse y tal vez llegar a poder ver corderos a través de las cajas o escuchar a las estrellas como millones de cascabeles.
Ya de grande me regalaron una edición de lujo, una belleza. Pero ahí nomás, en la dedicatoria a León Werth algo me hizo ruido: “Pido perdón por haber dedicado este libro a una persona grande”. A pesar de ser ambas ediciones traducidas por Bonifacio del Carril, hay una diferencia abrumadora entre ambas, el cambio de persona “mayor” a persona “grande”. Para mí ese uso de la expresión “personas mayores” tenía un dejo de ironía, como cuando uno es bien chico y ve a todos los adultos como viejos y este aviador ya grande, le seguía diciendo “personas mayores” a sus contemporáneos, un genio, como si él siguiera siendo un chico, así lo sentí siempre. En cambio, la expresión “personas grandes” aplanó todo, le quitó la gracia. Eso. Una sola palabra, y quedé pensando qué lo habrá llevado al traductor a cambiar una palabra que para mí siempre fue tan crucial.
De la biblioteca de Evelyn Spalding: Der Struwwelpeter. Heinrich Hoffmann. Rutten & Loening Verlag, Frankfurt, sin fecha. (9 fotos tomadas por Evelyn.)
Vi este libro por primera vez a los 8 o 9 años. Fue durante un recreo. A una compañera se lo habían traído de un viaje y ahora causaba revuelo en el patio del colegio. No era muy amiga mía, por lo que tuve que contentarme con mirarlo de lejos. Fue suficiente.
De la biblioteca de Silvina Rocha: ¡Viva el agua y el jabón! Kornei Chukovski. Dibujos de E. Meshkov. Traducción de J. Vento. Adaptación de Georgina D. Cuervo Cerulia. Editorial Progreso, Moscú, 1974. (5 fotos tomadas por Silvina.)
“Mi libro preferido de la infancia. Me lo sabía de memoria, lo recitaba. La fecha de edición es 1974, yo tenía cinco años, lo cual refuerza mi idea que mis viejos me llevaron a la primera Feria del Libro de Buenos Aires (no estoy segura, pero si no, pasa raspando). En esa época realmente se conseguian en la Feria libros muy buenos, que no existían en otro lado, y baratos”.
Enciclopedia de las cosas que nunca existieron (Encyclopaedia of Things that Never Were). Michael Page y Robert Ingpen. Traducción de Juan Manuel Ibeas. Anaya, Madrid, 1988. (17 fotos.)
Cada año visito la NEA 2000 (NEA = Nueva Escuela Argentina), a dos cuadras de mi casa. Voy invitado por las maestras de cuarto grado y la bibliotecaria, porque los chicos leen mi novela Mis días con el dragón. Salgo lleno de alegría y con pilas para rato. Pero una vez, además, salí lleno de dragones: el de las fotos, otro de tamaño comparable, y otro chiquito para usar de sahumerio. Existen, doy fe, a pesar de lo que diga esta Enciclopedia.
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