De la biblioteca de Bárbara Couto: El principito. Antoine de Saint-Exupéry. Traducción de Bonifacio del Carril. Emecé Editores. El ejemplar de bolsillo: 20º Impresión en offset (edición pocket), 10.000 ejemplares. Emecé Editores, Buenos Aires, agosto de 1989. El ejemplar de lujo: 1º Edición. Emecé Editores (Buenos Aires / México / Barcelona). Octubre de 2006. (22 fotos tomadas por Bárbara.)
Mi destartalada edición de bolsillo fue leída una y otra y otra vez durante años. Creo que la primera vez fue a eso de los doce y sinceramente he perdido la cuenta de cuántas veces lo leí después. Hubo una época en que podía recitarlo de memoria, entero.
Mi cariño era todo para el aviador, siempre sentí mucha empatía con su necesidad de caerles bien a las ‘personas mayores’, de dedicarse a una profesión seria y sobretodo, de llegado el momento, animarse a dejar todo atrás para conmoverse y tal vez llegar a poder ver corderos a través de las cajas o escuchar a las estrellas como millones de cascabeles.
Ya de grande me regalaron una edición de lujo, una belleza. Pero ahí nomás, en la dedicatoria a León Werth algo me hizo ruido: “Pido perdón por haber dedicado este libro a una persona grande”. A pesar de ser ambas ediciones traducidas por Bonifacio del Carril, hay una diferencia abrumadora entre ambas, el cambio de persona “mayor” a persona “grande”. Para mí ese uso de la expresión “personas mayores” tenía un dejo de ironía, como cuando uno es bien chico y ve a todos los adultos como viejos y este aviador ya grande, le seguía diciendo “personas mayores” a sus contemporáneos, un genio, como si él siguiera siendo un chico, así lo sentí siempre. En cambio, la expresión “personas grandes” aplanó todo, le quitó la gracia. Eso. Una sola palabra, y quedé pensando qué lo habrá llevado al traductor a cambiar una palabra que para mí siempre fue tan crucial.