Hoy se cumplen sesenta años del lanzamiento del Sputnik, el primer satélite artificial. Yo tenía tres años y no me enteré, pero pronto le haría lugar en mi universo infantil, fascinado por la astronomía, la astronáutica y todo lo que empezara con “astro”.
Es una joya la tapa del New York Times del día siguiente al lanzamiento. Por el asombro que se le ve, pero también por el lenguaje: los soviéticos “disparan” (no “lanzan”) un “satélite terrestre”. ¡Circunda el globo a 18.000 millas por hora! Y rastrean la “esfera” en cuatro pasadas sobre los EE.UU. Todo eso en el título a ocho columnas.
Hay otras cosas que vale la pena mirar en esa página. Por ejemplo, que la Argentina encontró lugar gracias a las medidas de la así llamada Revolución Libertadora: estado de sitio en la ciudad de Buenos Aires y en la provincia, tras arrestrar entre 100 y 300 sindicalistas.
En tanto, el sindicato de camioneros de EE.UU. eligió a Jimmy Hoffa (“James R. Hoffa”) como presidente. Según Wikipedia, Hoffa estaba vinculado al “crimen organizado”. Años después fue preso, hasta que renunció al sindicato en un acuerdo con el gobierno de Nixon. Desapareció en 1975, y lo dieron por muerto en 1982.
En el sur de los EE.UU, el gobernador de Arkansas se mantenía firme en su postura a favor de la segregación racial. El señor Faubus murió de cáncer de próstata en 1994.
Guy Mollet fue designado primer ministro de Francia, más o menos en la época de la guerra de Argelia y la creación de la Comunidad Económica Europea (temas de los que ni siquiera sé lo que no sé).
Pero el Sputnik andaba por allá arriba, a “560 millas de altura”, una región donde las cosas se ven de otra manera.