El agua está tibia. Floto. Primero se desprenden el yelmo y la espada. Los años de oficina hacen sedimento en el fondo. Con los oídos bajo la superficie oigo el camino de los peces al ritmo de mi propia respiración. Es de día, así que habrá que esperar hasta que el cielo se llene de estrellas. Un pájaro hace que no me ve. A medida que dejo de sentir partes del cuerpo, va cambiando la imagen de mí mismo en la que puedo creer. Me convierto en lo que imagino. Me dejo llevar por la corriente que tira mar adentro.