Hay diez personas alrededor de la mesa. Las diez hablan al mismo tiempo. No se escuchan, no se entienden entre sí. Pero el conjunto de las voces arma un todo mayor, una estructura precisa y delicada que se eleva, trasciende el espacio reducido de esa habitación, esa casa, esa ciudad, y en forma de ondas casi imperceptibles se propaga por el universo con la lentitud de la luz.
Diez mil años después, a diez mil años luz de distancia, una civilización registra las ondas y cae subyugada por esa forma de arte que, comprende, jamás podrá alcanzar por sí misma.