Se sienta a la mesa, pone la mirada en un punto vacío y hace ruidos con la boca. Ruidos como canto, como África o a lo mejor como Marte. La taza de café se enfría a la izquierda de sus manos.
Uno diría que es un ritual, pero los rituales se repiten y esto no. La próxima vez no se sienta a la mesa sino que pasa de largo como si no hubiera desayuno. La mirada se ocupa de los rincones más oscuros. Y los ruidos de la boca suenan más a un idioma que yo podría entender si quisiera.
(Foto tomada en un baño de Mar del Plata. Colores cambiados.)