Tengo una relación incómoda con las normas de la RAE que voy aprendiendo. Cuando me caen bien, o veo que simplifican la vida, les hago caso. Si no, no.
Por ejemplo, me amigué con la idea de poner el punto siempre fuera de las comillas, pero todavía me resisto a hacer lo mismo con los paréntesis. Es un alivio que los este, ese y afines vayan siempre sin tilde, pero no me banco escribir guion; hasta reconocer la palabra me cuesta.
En algún caso opto por no usar una expresión para no tener que decidirme. Por ejemplo, entiendo que ni bien está mal, que debe ser no bien. Entonces no uso ni una ni la otra, pongo en cuanto, o apenas, o algo equivalente.
Últimamente vi otras dos cosas que no sabía, y todavía no estoy seguro de cómo reaccionar. Me sorprendieron, porque son de las que chocan con costumbres de toda la vida.
Una es menor, más o menos evitable hasta el punto de que tal vez nunca tenga que decidirme. Cuando uno repite una vocal con tilde (para dar énfasis, por ejemplo), la tilde se repite también. ¿Quééééé? ¡Sííííí! La solución, para mí, es no volver a repetir una vocal con tilde. Nunca más. Bueno, tampoco es que me gustara hacerlo.
La otra norma es gruesa, densa, omnipresente. Trata sobre la manera de escribir los números. Para empezar, los decimales: resulta que se puede usar la coma, igual que siempre (3,14), pero también vale el punto (3.14, como en inglés). Y para seguir, los números grandes. Hasta cuatro dígitos, van todos juntos: 1234, y no 1.234 (ni 1,234 como en inglés; por suerte). Más de cuatro dígitos: se juntan de a tres, como de costumbre, pero cada trío se separa de los demás (y acá es mejor sentarse para recibir la noticia) con un espacio: 12 345, y no 12.345 (ni 12,345). 1 234 567. Y así. Wikipedia, que se precia de atenerse a las normas aunque muchos colaboradores escriben con los codos, ya lo adoptó.
¿Qué hacemos? ¿Hay que obedecer siempre, a veces, nunca? No me termino de decidir. Tal vez porque soy un truhán (y que me corran).