El señor Jengibre —su nombre verdadero, aunque algunos —quienes no lo conocieron bien, aquellas personas —hombres y mujeres, pero sobre todo mujeres —no la última, la que más lo comprendió —es decir, la que llegó a vislumbrar —solo vislumbrar, porque hay rasgos del ser humano —y hay que decir que, pese a todo, el señor Jengibre —con sus acciones que tanto dañaron al prójimo, que tanto perturbaron —verbo blando, perturbar, cuando habría que usar otros —quebrar, destrozar —como cuando le mintió a Belinda que era hija adoptiva—, extinguir incluso— más agresivos— otras vidas— era profundamente humano— que permanecen ocultos hasta a la gente más cercana— su profunda angustia— y la que le echó ese polvo en el café— porque a los hombres el señor Jengibre casi no se acercaba— que no se dejaron llevar por su personalidad picante— lo duden— murió apaciblemente.
Versión con paréntesis:
El señor Jengibre (su nombre verdadero, aunque algunos (quienes no lo conocieron bien, aquellas personas (hombres y mujeres, pero sobre todo mujeres (no la última, la que más lo comprendió (es decir, la que llegó a vislumbrar (solo vislumbrar, porque hay rasgos del ser humano (y hay que decir que, pese a todo, el señor Jengibre (con sus acciones que tanto dañaron al prójimo, que tanto perturbaron (verbo blando, perturbar, cuando habría que usar otros (quebrar, destrozar (como cuando le mintió a Belinda que era hija adoptiva), extinguir incluso) más agresivos) otras vidas) era profundamente humano) que permanecen ocultos hasta a la gente más cercana) su profunda angustia) y la que le echó ese polvo en el café) porque a los hombres el señor Jengibre casi no se acercaba) que no se dejaron llevar por su personalidad picante) lo duden) murió apaciblemente.
Pobre Señor Jengibre…